Casi un mes había pasado desde el cumpleaños de los trillizos y se acercaba el Día del Padre.
Algunos hacían regalos y otros se ponían más reflexivos.
— No entiendo ese coso del Día del Padre, nunca vi el mío. — Michael rodaba los ojos, fastidiado.
— Yo tuve, pero se fue al cielo. — explicó Tortuga, con un tono serio que contrastaba con su usual jovialidad.
Azul, que estaba escuchando la conversación, se acercó y puso una mano en el hombro de Tortuga.
— Yo tampoco conocí al mío, Michael. Pero igual podemos celebrar con quienes nos cuidan y nos quieren — dijo con una sonrisa.
Renata, que estaba preparando una tarjeta para Gustavo junto a Leandro, levantó la vista y añadió:
— Tiene razón, Azul. Gustavo y Cris han sido como padres para vos y tus hermanos y también tenés a Sol, Nico y tu tía Abril. Podemos agradecerles por todo lo que hacen y por su presencia en el hogar.
Leandro asintió, mirando a Michael.
— Tal vez no tengamos padres biológicos presentes, pero tenemos una familia aquí. Eso también vale la pena celebrar.
Michael suspiró, todavía un poco escéptico, pero menos molesto.
— Supongo que tienen razón. A veces se me olvida que no estamos solos.
Sabrina, que había estado escuchando mientras decoraba la sala con globos, sonrió y se unió a la conversación.
— Y no olviden que a veces los amigos pueden ser como familia también. Vamos a hacer que este Día del Padre sea especial para todos.
Con ese espíritu, el grupo se animó a planear una celebración en honor a los varones que cuidaban el hogar. Cada uno contribuyó con algo especial: Azul y Sabrina prepararon un baile, Renata y Leandro se encargaron de la comida, y Valentín y Devi hicieron un video con mensajes de agradecimiento de todos los niños.
El Día del Padre llegó y la casa estaba llena de alegría y risas. Los adultos estaban reunidos y los varones que siempre estaban en el hogar estaban visiblemente emocionados al ver todo lo que los niños habían preparado.
— Esto es increíble, chicos. Gracias por hacer de este día algo tan especial — dijo Gustavo, abrazando a cada uno de los niños.
— Sí, de verdad, muchas gracias. Nos hacen sentir muy orgullosos de ser parte de sus vidas — añadió Nicolás, el padre de Malena.
Michael, a pesar de su escepticismo inicial, se acercó a Gustavo, a quien ya nombraba de abuelo, y le entregó una tarjeta que había hecho él mismo.
— Gracias por todo, abuelo. Tal vez no eres mi papá, pero eres lo más cercano que tengo a uno — dijo, con una sonrisa tímida.
Gustavo, conmovido, abrazó a Michael.
— Gracias, Michael. Significa mucho para mí.
Azul, con su sonrisa característica, se acercó a su abuelo, que estaba visiblemente emocionado.
— Feliz día, abuelito. Aunque yo no conocí a papá, te tuve a vos, al tío Piojo, el tío Tomás y a Nico, que nos re bañaron cuando el portal se llevó a mamá Belén y papá cayó malito en el hospital — dijo la niña con un hilo de voz mientras le daba un regalo. — Te quiero un montón.
Gustavo abrió el regalo y sonrió al ver una remera de Boca Juniors, su equipo de fútbol preferido.
— ¡Es perfecta, Azul! — exclamó Gustavo, abrazándola con fuerza. — Yo también te quiero muchísimo, mi niña.