44 Rabia y Desesperación

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Faye no se separó de Yoko ni un segundo durante la madrugada y mucho menos al día siguiente. La noche se había convertido en una tortura interminable mientras observaba el débil ascenso y descenso del pecho de Yoko, conectada a las máquinas que monitoreaban cada segundo de su frágil estado. Faye apenas podía pensar en otra cosa que no fuera el rostro pálido de Yoko, y las horas parecían alargarse con cada susurro que le dedicaba, rogando por su recuperación.

Algunos compañeros de la estación, enterados de lo sucedido, comenzaron a llegar para ofrecer su apoyo. Su presencia era un intento de consuelo, un intento de estar ahí para ambas, pero en ese momento Faye no podía verlo de esa manera. Uno de ellos se acercó, su expresión llena de pesar, y al cruzar miradas con Faye, murmuró con voz temblorosa: "Lo siento, Faye... En serio lo siento mucho".

Esas palabras, aunque dichas con intención sincera, encendieron una llama en Faye que apenas había logrado contener. La rabia que llevaba acumulada explotó en un solo instante. Se levantó de la silla, y con una rapidez impulsada por el dolor, agarró a su compañero por el cuello de su camisa, su mirada cargada de ira y desesperación.

"¿Eres un imbécil, sabes? ¡Por tu maldita imprudencia, ella está ahí!" Faye gritó, mientras los demás observaban en silencio, temerosos de intervenir. "¡El amor de mi vida está en esa cama, luchando por vivir, y tú solo vienes a agachar la cabeza y pedir disculpas!"

Las lágrimas en sus ojos traicionaron la dureza de sus palabras. La furia de Faye era una mezcla de amor y desesperación, un reflejo de su miedo de perder a Yoko, de que ese "te amo" que tanto deseaba decirle nunca pudiera ser escuchado. Su compañero, con los ojos llenos de remordimiento, intentó responder, pero no pudo encontrar las palabras.

Otro colega, consciente de la situación, se acercó y le puso una mano en el hombro. "Faye... él tampoco quería que esto sucediera. Fue un error, sí, pero todos estamos aquí por Yoko, porque la queremos y también queremos estar para ti." Las palabras calmaron ligeramente la tensión, y Faye soltó la camisa de su compañero, dejándola libre, mientras el peso de lo que había dicho se cernía sobre ella.

Volvió a su silla junto a Yoko, tomando su mano con suavidad, y mientras sus compañeros se retiraban en silencio, murmuró apenas audible: "Lo siento... Pero no puedo perderte, Yoko. No cuando apenas empezamos."

Entre Lados: Amor y LeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora