Después de un día agotador en la estación, Faye paso por casa de Yoko para hablar de como fue el día, aunque ambas demasiado cansadas para discutir si Faye se quedaba o no. La falta de una habitación adicional hizo que compartieran la cama, y aunque al principio hubo algunos comentarios tímidos, el cansancio las venció rápidamente.
A medianoche, unos golpes fuertes en la puerta rompieron el silencio. Yoko abrió los ojos, adormilada, y le susurró a Faye:
—Tranquila, yo veré quién es. Sigue durmiendo.
Faye murmuró algo de acuerdo y se giró en la cama, mientras Yoko se ponía de pie en silencio. Al mirar por el rabillo de la puerta, el sueño se le escapó de golpe al ver a una figura femenina al otro lado. Era su madre.
Antes de que Yoko pudiera decir algo, su madre cruzó el umbral sin pedir permiso, empujando la puerta y entrando con una urgencia desmedida.
—¿Qué haces aquí? —susurró Yoko, tratando de no levantar demasiado la voz.
—Necesito dinero, y sé que tienes algo escondido por aquí —respondió la madre mientras abría y cerraba cajones en la sala, revisando con nerviosismo cada rincón.
Yoko apretó los labios, tratando de mantener la calma. —Te he dicho que no tengo dinero para darte. Todo lo que gano es para mis estudios y mi sustento.
La madre la ignoró, y en su lugar continuó su búsqueda con una creciente desesperación. De pronto, desde la habitación, la voz de Faye resonó fuerte:
—Yoko Cariño, ¿Quién es? ¿Todo bien?
La madre de Yoko se detuvo al escucharla y giró bruscamente hacia su hija con una mirada de sorpresa y desagrado.
—Es ella, ¿verdad? La oficial de la otra vez, ¿Qué hace en tu casa a estas horas? —dijo, elevando el tono cada vez más, su expresión ahora cargada de reproche y celos disfrazados de preocupación.
Yoko cerró la puerta de la habitación detrás de ella para evitar que Faye saliera, pero mantuvo la voz baja. —Eso no te importa, mamá. Ella está aquí porque me cuida, cosa que tú no haces. Así que, por favor, lárgate antes de que se vuelva un problema.
La madre de Yoko perdió los estribos y su tono subió aún más.
—¿Cuidarte? —vociferó—. ¿De qué hablas? Todo lo que eres se lo debes a mí. ¡Si no fuera por mí, no tendrías ni dónde vivir! ¿Y ahora quieres meter a una policía a tu vida?
La intensidad en su voz hizo que Yoko se sintiera pequeña, una vez más atrapada entre el miedo y la rabia. Sin embargo, esta vez había algo diferente; no estaba sola. Faye, aún sin saber exactamente lo que sucedía, escuchaba desde la habitación y estaba lista para intervenir.
Sin pensarlo más, Faye abrió la puerta y miró a la madre de Yoko con una mezcla de calma y firmeza.
—Ya es suficiente. Yoko no tiene nada que darte, ni tú derecho de entrar aquí sin permiso. Será mejor que te vayas.
La madre de Yoko miró a Faye, intentando desafiarla, pero la determinación en los ojos de la oficial le dejó claro que no iba a tener éxito. Resignada y llena de frustración, lanzó una última mirada despectiva a Yoko antes de marcharse, cerrando la puerta con un golpe.
Yoko se quedó en silencio, temblando levemente, y Faye se acercó, abrazando a Yoko
—Tranquila, ya se fue —le dijo en voz baja—. Si algo como esto vuelve a pasar, lo solucionaremos juntas, ¿de acuerdo?
Yoko asintió, y tras unos segundos de quietud, las dos regresaron a la habitación. Aunque la noche había tenido un giro inesperado, Yoko sintió una seguridad renovada a medida que se acomodaba junto a Faye, sabiendo que no enfrentaría más esa oscuridad sola.
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Entre Lados: Amor y Ley
FanfictionEn un barrio donde las pandillas son parte del paisaje urbano, Faye es una oficial de policía comprometida con su deber. Su vida da un giro inesperado cuando se cruza con Yoko, una joven inteligente y decidida, atrapada en una pequeña pandilla que s...