22 de marzo. 9:00.
El amanecer madrileño despertaba con los primeros rayos de sol reflejándose en los edificios del centro. Las calles empezaban a llenarse de vida, de coches apresurados y del murmullo de la gente que se movía a sus rutinas diarias. Pablo, sin embargo, no sentía aquella prisa; su mente estaba atrapada en un bucle de recuerdos y emociones que no lo habían dejado en paz desde aquella noche.
Era martes, poco después de las nueve de la mañana, y él sostenía su teléfono con una mano, mientras que con la otra mantenía la taza de café que había comprado en una cafetería al paso. Recordaba en su memoria la dirección de aquella tarjeta que encontró la noche que sucedió todo. Decidió llamar a alguien que, quizás, podría ayudarle a despejar las dudas y el vacío que sentía desde que Malú se había marchado.—¿Qué pasa, tío? —respondió una voz adormilada al otro lado del teléfono. Era Alborán, todavía en la cama y sin entender por qué su amigo lo llamaba tan temprano.
—Necesito hablar. —dijo Pablo sin preámbulos, con un tono que no dejaba espacio a malentendidos.
Alborán se incorporó con una mezcla de sorpresa y preocupación. Aunque no entendía del todo qué le pasaba a Pablo, algo en su voz lo alertó.
—Son las nueve de la mañana... ¿Estás bien?
—preguntó, rascándose la cabeza y tratando de despejarse.Pablo suspiró, y su mirada vagó entre la gente que pasaba por su lado.
—Desde aquella noche no la he vuelto a ver.
—confesó, sintiendo cómo las palabras lo dejaban algo más vulnerable.Alborán, a quien le sobraba paciencia para los líos amorosos de sus amigos, arqueó una ceja.
—¿Te refieres a Malú?
—Sí, nos besamos el día de su cumpleaños y de un momento para otro se marchó. —respondió Pablo, mirando a su alrededor, buscando la calle donde estaba la oficina de Malú. Había decidido que hablar con ella cara a cara era la mejor opción, pero primero necesitaba desahogarse con alguien que pudiera ofrecerle algo de cordura.
—¿Y por qué no has ido a buscarla? —preguntó Alborán con curiosidad, aunque ya intuía que el orgullo de su amigo y la situación delicada con Malú estaban haciendo de las suyas.
—No sé... Me dejó con la sensación de que quizás no quiere volver a verme, pero también tengo esta necesidad de hablar con ella y de verla...
Pablo se detuvo en seco, frente a una calle, sacó la tarjeta de bolsillo y caminó hasta la puerta 28. Tocó la segunda planta, pero nadie respondió.
—¿Dónde estás ahora? —preguntó Alborán, entre sorprendido y preocupado.
—Frente a su oficina, pero parece que no ha llegado aún. —Pablo suspiró, sintiendo cómo la ansiedad le apretaba el pecho—. Oye... ¿Malú tiene pareja?
—Hace meses que rompió con su última pareja... ahora no se si está con alguien. —Alborán dudó y su tono se volvió algo evasivo—. Deberías de pregúntarselo tú. ¿Por qué lo preguntas?
—Es qué... esa noche cuando se marchó sin decir nada, sentí que algo iba mal. Como sí supiera que estaba cometiendo un error, como si tuviera un motivo para mantenerme lejos.
Alborán hizo una pausa al otro lado de la línea, consciente de que la situación se estaba volviendo más complicada de lo que había pensado. Justo entonces, la pantalla de su móvil mostró que Malú estaba llamando.
—Pablo, tengo que colgar. Me están llamando del trabajo. —mintió, buscando una excusa rápida.
—Vale... —respondió Pablo, aunque su voz denotaba la decepción de ser interrumpido justo cuando necesitaba hablar.
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Entre notas y secretos.
RomanceMalú, una periodista musical de 28 años, asiste a una fiesta en un bar de la capital junto a dos amigos. Esa noche, el dueño del local, Pablo López, un principiante músico de 26 años, celebra su cumpleaños con un concierto especial. La voz de Pablo...