Horas antes del evento.
El reloj marcaba las diez de la mañana cuando Pablo abrió los ojos. No fue un despertar tranquilo ni reparador. En realidad, apenas había dormido. Pasó la mayor parte de la noche dando vueltas en la cama, cerrando los ojos solo para volver a abrirlos minutos después, con la mente aún atrapada en el mismo pensamiento.
Hoy la vería otra vez. No había forma de evitarlo.
Permaneció tumbado, mirando el techo, con el pecho oprimido por una sensación que no terminaba de definir. No era miedo, exactamente. Tampoco podía llamarlo ansiedad. Era algo más profundo, más enredado en su interior.
Con un suspiro, se obligó a moverse. Se incorporó lentamente y buscó su móvil en la mesita de noche. La pantalla iluminó la habitación con una luz fría. Varios mensajes sin leer.Luis: Tío, ¿a qué hora vas a llegar al evento?Confirma para la prueba de sonido.
Luis: ¿Sigues dormido?
Luis: Pablo, dime algo.Además de eso, había correos de la organización del evento, recordatorios sobre la agenda del día, notificaciones de redes sociales que ignoró sin pensarlo.
Resopló y dejó el teléfono a un lado. Se frotó la cara con ambas manos, intentando despejarse. Le dolía la cabeza, probablemente por la falta de sueño, y su cuerpo se sentía pesado.
Sabía que debía prepararse para un día largo.
Aún así, tardó unos minutos más en levantarse. Se quedó sentado en el borde de la cama, con los codos apoyados en las rodillas y la mirada perdida en el suelo. Su casa estaba en completo silencio, excepto por el leve sonido de la lluvia que se filtraba por la ventana.Pensó en encender la televisión, poner música, cualquier cosa que rompiera aquella quietud, pero no lo hizo. Se obligó a ponerse en pie y se dirigió al baño.
Se miró en el espejo mientras el agua de la ducha corría detrás de él. Su reflejo le devolvió una imagen cansada, con las ojeras más marcadas de lo habitual y el ceño ligeramente fruncido.
Negó con la cabeza y se quitó la camiseta, dejando que el vapor comenzara a empañar el espejo.
La ducha caliente ayudó un poco. Al menos, lo suficiente como para despejarle la mente por un momento. Dejó que el agua cayera sobre él, cerrando los ojos, intentando encontrar algo de calma en la rutina.
Pero la sensación no desapareció.Cuando salió, se secó el pelo con la toalla y volvió al dormitorio, donde la luz del día ya entraba con más fuerza.
Se vistió sin demasiada prisa, escogiendo ropa cómoda para el ensayo previo al evento. Luego volvió a revisar el móvil. No contestó los mensajes de Luis de inmediato. En su lugar, abrió Instagram.
Había evitado entrar demasiado en los últimos días, especialmente después de ver aquella publicación de Los 40. Pero ahora, casi como un acto reflejo, deslizó por su feed.
No tardó en aparecer.
Una historia reciente del evento. Un adelanto de los periodistas acreditados, de los artistas confirmados. Su nombre. Su cara.
Pablo sintió un pequeño nudo en el estómago. No porque la imagen lo sorprendiera, sino porque confirmaba lo que ya sabía.
Ella estaba allí.
Y en solo unas horas, el pasado iba a volver a ponerse frente a él, sin darle opción a esquivarlo.Malú tampoco había dormido bien.
Su despertador sonó a las ocho y media, pero llevaba despierta al menos una hora antes de eso, tumbada en la cama, con la mirada fija en el techo y la mente dándole vueltas a lo mismo. A ese nombre en la lista. A esa posibilidad que llevaba días tratando de ignorar.
Suspiró y se pasó una mano por el rostro antes de obligarse a levantarse. No podía permitirse quedarse atrapada en su propia cabeza. No hoy.
Bajó hasta la cocina y preparó un café cargado, apoyando los codos en la encimera mientras observaba cómo la cafetera hacía su trabajo. Sus dedos tamborileaban contra la superficie sin que se diera cuenta. Era una ansiedad silenciosa, contenida. Sabía reconocerla.
Cuando el café estuvo listo, lo bebió en silencio, con el móvil en la otra mano. Había correos pendientes, mensajes de su jefa recordándole la importancia de la cobertura de esta noche, notificaciones sin abrir. Lo agradeció. Cuanto más ocupada estuviera, menos espacio habría para pensar en lo que no debía.
Después de ducharse y vestirse, trató de seguir con su rutina habitual. Se recogió el pelo en un moño despeinado, revisó sus notas, hizo llamadas para cerrar algunos eventos. Se obligó a concentrarse en lo práctico, en lo inmediato.
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Entre notas y secretos.
RomanceMalú, una periodista musical de 28 años, asiste a una fiesta en un bar de la capital junto a dos amigos. Esa noche, el dueño del local, Pablo López, un principiante músico de 26 años, celebra su cumpleaños con un concierto especial. La voz de Pablo...