El estudio.

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Malú no había dejado de pensar en las palabras de Pablo desde que leyó su correo. Las canciones que le había enviado eran preciosas, llenas de emociones que parecían extraídas directamente de lo que ella estaba viviendo. Pero cada vez que pensaba en dar el paso y cantarlas, algo dentro de ella la detenía.
Fue Pablo Alborán quien, con paciencia y apoyo, logró convencerla.
Por eso, esa mañana estaba en el estudio de grabación que Alborán le había recomendado. El estudio era impresionante, con paredes insonorizadas, equipos de última generación y un ambiente que parecía hecho para crear arte. Alborán, siempre atento, la guió hacia la sala principal, donde ya los esperaba un productor de renombre, Max Miglin.

—Max, ella es Malú, la artista de la que te habló mi productor.
—dijo Alborán con entusiasmo.

El productor, un hombre de unos treinta y tantos años con gafas redondas y una energía contagiosa, le estrechó la mano a Malú.

—Encantado. Me han hablado maravillas de ti, y por lo visto has opinado de alguna que otra canción con la que he trabajado... ¿Estás lista para sorprenderme?

Malú sintió un nudo en el estómago, pero asintió. Durante las siguientes horas, trabajaron en los primeros arreglos de "Ángel Caído". Max no dejaba de alabar la voz de Malú, asegurándole que tenía un talento único. Alborán observaba desde un rincón, sonriendo con orgullo.

—Esto es increíble. —murmuró Max, impresionado.—. Malú, tienes algo especial.

Ella sonrió tímidamente, agradecida por las palabras.

—Tienes una oportunidad increíble delante de ti.
—dijo Alborán, inclinándose hacia ella con una sonrisa—. Y aunque sé que te cuesta creerlo, tienes el talento suficiente para hacer de esto algo grande.

Malú asintió lentamente, pero su mirada se perdió en la pantalla de su móvil, que acababa de iluminarse con un nuevo mensaje.

Óscar: "¿Dónde estás? Te he llamado dos veces y no contestas. Espero que no estés haciendo nada que me moleste."

Malú tragó saliva y apartó la mirada de la pantalla. No quería que Alborán notara su nerviosismo, pero la sensación de control que Óscar ejercía sobre ella era como una sombra constante.

—¿Estás bien? —preguntó Alborán, notando el cambio en su rostro.

—Sí, sí, solo... cosas del trabajo. —mintió, deslizando el móvil boca abajo sobre la mesa.

—Deberías desconectar un poco. Este es tu momento, Malú, tu oportunidad de brillar. No dejes que nada ni nadie te lo empañe.

Mientras Alborán hablaba con entusiasmo, el móvil volvió a vibrar, esta vez con una llamada. Malú miró rápidamente la pantalla, otra vez Óscar. Su corazón se aceleró.

—¿Necesitas contestar? —preguntó Alborán, mirándola con preocupación.

—No, no es importante. —Apagó la pantalla rápidamente y trató de sonreír, aunque su mente estaba en otra parte.

Óscar: "¿Es tan difícil contestarme? Sabes que me preocupo por ti. Dime dónde estás ahora mismo."

La insistencia en los mensajes le hacía un nudo en el estómago. Malú respiró hondo, tratando de no dejar que la ansiedad la consumiera.

—¿Estás segura de que todo está bien? —insistió Alborán, esta vez con una nota de seriedad en la voz.

—Es complicado. —Malú se frotó las sienes y evitó su mirada—. Hay... cosas de mi vida personal que no están bien, pero no quiero hablar de eso ahora.

Alborán la miró con preocupación, pero decidió no presionarla. En lugar de insistir, le dio una palmadita en la mano.

—Cuando estés lista para hablar, aquí estaré. Pero recuerda lo que te dije...el mundo necesita escuchar tu voz, y solo eso debería de importarte.

Entre notas y secretos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora