Volver a verte.

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El día transcurrió para ambos con una mezcla de expectación y nerviosismo que no podían disimular. Pablo, acostumbrado a dejarse llevar por las emociones en sus canciones, se encontraba por primera vez dudando de las palabras que debía decir en la vida real. Frente al espejo de su cuarto, se ajustó la chaqueta con un movimiento casi automático, decidiendo al final ir lo más simple posible: una camisa blanca y unos vaqueros oscuros.

Malú, por su parte, terminó el trabajo temprano, por suerte Óscar se encontraba fuera y no debía de preocuparse de si aparecía por sorpresa. Frente al espejo, dudó por largos minutos antes de elegir algo sencillo; unos pantalones vaqueros y un jersey ajustado de color gris. Nada elaborado, solo lo suficiente para sentirse cómoda y natural.
No quería parecer que había planeado demasiado la noche, aunque la realidad era que cada minuto desde que leyó el correo había sido una preparación mental.
A las 19:50, Malú llegó al calle donde estaba el bar. Estaba cerrado, el letrero apagado, y todo parecía más vacío de lo que recordaba. Una sensación agridulce la invadió mientras esperaba fuera, observando cómo la calle se llenaba del bullicio típico de la noche. Miró el reloj y, por un instante, pensó si él realmente aparecería.
A las ocho en punto, Pablo giró la esquina. Vestía sencillo, y sus pasos, aunque tranquilos, revelaban cierta incertidumbre. La reconoció de inmediato y sonrió. Esa sonrisa suya, auténtica y cálida, parecía contener más emociones de las que podía expresar en palabras.
Malú, por instinto, respondió con una sonrisa tímida, aunque sentía que las palabras se le atascaban en la garganta.

—Hola. —dijo él finalmente, rompiendo el silencio.

—Hola. —respondió ella, bajando la mirada un instante antes de volver a cruzar sus ojos con los de él.

Ambos estaban allí, frente a frente, sintiendo cómo el aire entre ellos parecía más cargado de lo habitual.

—No pensé que llegarías tan puntual. —comentó Malú, rompiendo el silencio mientras se ponía en marcha a su lado, caminando sin rumbo fijo por la calle iluminada por las farolas.

—No pensé que dirías que sí. —respondió Pablo, con una ligera sonrisa que ocultaba parte de su nerviosismo.

Malú rió suavemente.

—Bueno, técnicamente fui yo quien te invitó.

—Es cierto. Pero tú me entiendes.

Caminaron en silencio unos pasos, ajustando el ritmo el uno al otro. No había prisa, y el frescor de la noche parecía aliviar la tensión inicial.

—¿Cómo ha ido esta semana? —preguntó ella, girando la cabeza para mirarlo.

—Intensa. —dijo Pablo. Pensó en el correo, las canciones, y la ausencia de ella que había marcado cada uno de esos días. Pero no quería sonar demasiado profundo tan rápido—. Me reuní con mi futuro mánager, compuse algo nuevo... y traté de no pensar en ciertas cosas.

Malú lo miró con curiosidad.

—¿En ciertas cosas?

Pablo se detuvo un momento para mirarla a los ojos, como si quisiera medir cuánto podía revelar.

—En ti. —confesó finalmente, con una honestidad que la dejó sin palabras por un instante.

Ella apartó la mirada hacia el suelo, buscando cómo cambiar el tema sin desviar del todo la conversación.

—Leí tu correo un montón de veces. Más de las que admitiría. —confesó, con una leve sonrisa nerviosa.

Pablo rió, relajándose un poco más.

—Bueno, al menos me leíste. Eso ya es un logro.

—¿Dudaste? —preguntó ella, fingiendo incredulidad mientras sus labios formaban una sonrisa juguetona.

Entre notas y secretos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora