Los recuerdos no se ahogan.

117 15 8
                                    

Miércoles 20 de febrero.

Luis dejó el móvil sobre la barra del pub en altavoz mientras se servía un café. Malú, sentada en un taburete frente a él, tamborileaba los dedos sobre la madera con nerviosismo.

—Gracias por contestar tan rápido. —dijo Luis, sujetando la taza con ambas manos.

—No hay de qué. —respondió Carlota desde el otro lado de la línea—. ¿Hablaste con Pablo?

Luis resopló con frustración y miró a Malú antes de contestar.

—Si a eso se le puede llamar hablar. Intenté hablar sobre ese tema, pero ya sabes cómo es. Se pone a la defensiva en cuanto le mencionas algo que tenga que ver con Malú.

Malú apretó la mandíbula y apartó la vista.

—Eso ya lo sé. —murmuró, casi para sí misma.

Carlota suspiró.

—Entonces necesitamos hacer otra cosa.

Luis esbozó una media sonrisa y se apoyó en la barra.

—Justo lo que estaba pensando.

Malú levantó la cabeza con una ceja arqueada.

—No me gusta cómo suena eso.

Luis ignoró su comentario.

—Estos días estoy muy liado pero el lunes podemos quedar e ir al estudio. Pablo estará allí trabajando en su nuevo disco. No tiene conciertos hasta mayo y seguramente su refugio será el estudio durante este tiempo. Le diré que pasará por allí alguien de la discográfica para revisar unas cosas, pero en realidad, serás tú quien vaya.

Malú entrecerró los ojos.

—Espera, espera... ¿Vas a engañarlo para que se quede encerrado con mi terapeuta?

—Exacto. —Luis sonrió con suficiencia—. Si lo enfrentamos directamente, no tendrá más opción que escucharla.

Hubo un breve silencio antes de que Carlota respondiera.

—Eso significa que no tendrá escapatoria.

Malú negó con la cabeza.

—Esto es una locura.

Luis la miró fijamente.

—¿Tienes una mejor idea?

Malú se cruzó de brazos, incómoda.

—Pablo va a explotar cuando se dé cuenta de la trampa.

—Probablemente —intervino Carlota—, pero es la única forma de que escuche.

Luis asintió y le dio un sorbo a su café.

—El problema con Pablo es que se encierra en su propio mundo y no deja entrar a nadie. Si queremos que hable, tenemos que forzarlo a hacerlo.

Malú suspiró y pasó una mano por su rostro.

—¿Y si sale mal?

—También puede salir bien. —respondió Carlota con calma—. Tal vez lo que necesita es un empujón.

Luis la miró con una sonrisa ladeada.

—Vaya, quién lo diría. Pensé que las psicólogas eran más sutiles.

Carlota rió al otro lado de la línea.

—A veces hay que romper las reglas.

Malú seguía con una expresión tensa.

—¿Y si me odia más después de esto?

Luis apoyó un codo en la barra y la miró con seriedad.

—Malú, Pablo ya está empeñado en odiarte. Esto no va a cambiar nada. Pero tal vez le haga entender que, aunque intente apartarte de su vida, hay cosas que no puede ignorar.

Entre notas y secretos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora