Donde todo comenzó.

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Una semana después.

El sol entraba a raudales por las ventanas del estudio, llenando de luz un espacio que a Pablo le parecía más vacío de lo normal. Había pasado una semana desde que envío el correo y, aunque intentaba centrarse en su música, un rincón de su mente seguía atrapado en aquel correo que nunca recibió respuesta. Se repetía a sí mismo que debía olvidarlo, pero la espera silenciosa lo tenía inquieto. Aun así, había decidido dejar el tema atrás... o al menos intentarlo.

Estaba revisando algunos acordes del piano cuando apareció Alborán. Pablo alzó la mirada y sonrió al verlo, agradeciendo la distracción.

—¿Cómo va todo, Pablito? —preguntó Alborán, dejando una bolsa con un par de cervezas en la mesa del estudio—. Traje municiones, por si esto se alarga.

—Va... —respondió Pablo, dejando caer las manos sobre las teclas—. O eso intento. Estoy dándole forma a las canciones, pero cuesta.

—¿Por qué? Si siempre te has refugiado en la música cuando algo va mal. —Alborán se sentó en una banqueta cercana y lo miró con atención—. ¿Te sigue bloqueando el tema de Malú?

Pablo resopló, dejando escapar una risa amarga mientras apoyaba los codos en las piernas.

—No sé si es bloqueo. Es... raro. Por un lado, siento que esta pausa me está ayudando a aclarar cosas, pero al mismo tiempo hay algo que no me deja avanzar del todo. La semana pasada le envié un correo, algo sencillo, sin mucha pretensión, solo para saber si estaba bien. No me ha contestado.

—Vaya... —dijo Alborán, dejando que el silencio llenara el espacio un momento—. Bueno, también podrías mirar el lado bueno: si no respondió, quizá no es porque no le importe, sino porque está lidiando con algo suyo. No siempre es personal.

—Quizá. Pero tampoco puedo evitar pensar que ya fue suficiente para ella. —Pablo se pasó una mano por el pelo, frustrado—. Lo que más me jode es no saber qué pasó exactamente. Todo iba bien, ¿sabes? Luego, de golpe, desapareció. Es como si... como si hubiera algo más que no me contó.

—¿Y si lo hay? —Alborán lo miró con cuidado—. Si resulta que había algo que no sabías, ¿quieres descubrirlo o prefieres dejarlo así?

La pregunta dejó a Pablo sin palabras durante unos segundos. Al final, respondió con sinceridad.

—No lo sé. Una parte de mí quiere verla otra vez, aunque sea para despedirme bien. Pero la otra parte... no sé si podría manejar una verdad que me tire todo abajo.

Alborán asintió, comprensivo, y abrió una de las cervezas mientras se inclinaba hacia adelante.

—Mira, yo no soy quién para darte lecciones de nada, pero, Pablo, lo que estás sintiendo ahora no es raro. Has conectado con ella de una manera que no habías conectado con nadie en años. Lo sé porque te conozco. Pero no puedes dejar que eso te consuma. Si tiene que ser, será. Y si no, tú seguirás adelante, como siempre.

—Es fácil decirlo. —Pablo dejó escapar una carcajada amarga—. Pero dime, ¿cómo se hace eso? Porque yo no tengo ni idea.

—Empiezas por recordar quién eres, tío. Tú no necesitas que alguien te complete, ya eres un jodido artista. Eso no va a cambiar, estés o no con Malú.
—Alborán sonrió, animándolo—. Ahora, una cosa te voy a decir, no pierdas el foco. Si te quedas atrapado en el "qué podría haber sido", te vas a cargar el futuro que estás construyendo.

—Lo intento. —murmuró Pablo, mirando el piano frente a él—. Pero joder, no es fácil.

Alborán le dio una palmada en la espalda, animándole.

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