El eco de su ausencia.

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Seis días después.

La noche antes del concierto, Malú entró al bar con paso decidido. Aunque la emoción por la noticia que traía era evidente, no podía evitar sentir un leve cosquilleo de nervios al pensar en cómo se lo tomaría Pablo. Le había costado convencer a su jefe, pero finalmente lo había conseguido: estaría presente como periodista para cubrir el concierto.

Encontró a Pablo tras la barra, limpiando unos vasos con la actitud despreocupada que lo caracterizaba. Al verla, su rostro se iluminó con una sonrisa que Malú no pudo evitar devolver.

—¡Mira quién ha venido! —exclamó él, saliendo de la barra para abrazarla.

—Te traigo buenas noticias. —Malú lo miró con una chispa de satisfacción en los ojos.

—¿Buenas noticias? Eso suena prometedor.

Se sentaron juntos en una mesa cerca de la esquina del bar, lejos del ruido de las conversaciones. Malú se acomodó antes de soltar la bomba.

—Mañana voy a cubrir tu concierto. Mi jefe ha dicho que sí, pero con una condición.

Pablo arqueó una ceja, intrigado.

—¿Condición?

—Quiere que invites a algún famoso. Y cómo se que Orozco, Bustamante y Alborán son tus amigos, les he invitado a cantar contigo y me han dicho que si... Eso hará que el artículo tenga más repercusión.

La risa de Pablo llenó el espacio.

—¿Eso era todo? Pensé que ibas a pedirme algo imposible. Me encantara cantar con ellos.

Malú suspiró aliviada, riendo con él.

—Gracias. Estaba preocupada de que fuera demasiado pedir.

—Para nada. Además, será un buen cierre para el bar. Me gusta la idea de rodearme de amigos y convertirlo en algo memorable. Por cierto, ya que estamos, ¿me vas a dar tu teléfono de una vez? —preguntó él, con una sonrisa ladeada y un brillo travieso en los ojos.

Malú levantó una ceja, fingiendo sorpresa.

—¿Mi teléfono? ¿Tan rápido quieres acortar distancias? —replicó con una sonrisa juguetona, tomando un sorbo de su cerveza.

Pablo soltó una carcajada.

—Rápido, dice... Llevamos semanas viéndonos, y cada vez que te lo pido, me sales con alguna excusa. Venga, Malú, ¿qué pasa? ¿Es un móvil secreto del gobierno o algo?

Ella se inclinó un poco hacia él, como si fuera a compartir un gran secreto.

—Es que me gusta que te esfuerces, López. —Le dio un leve empujón en el hombro—. ¿Qué gracia tendría dártelo así sin más?

Pablo negó con la cabeza, riendo.

—Vale, ¿y qué tengo que hacer para ganármelo? ¿Cantarte una canción? ¿Componer un himno en tu honor?

—Mmm... eso suena tentador, pero no. —Malú lo miró con picardía—. Aún no he decidido cuál será la prueba.

—Eres imposible. —Pablo fingió resignación, llevándose la mano al pecho como si estuviera herido.

—Pero no te preocupes, si algún día necesitas encontrarme, siempre tendrás mi correo electrónico.

El tono casual de Malú parecía inocente, pero había una chispa en sus ojos que lo descolocó.
Pablo frunció el ceño, divertido pero confundido.

—¿Tu correo electrónico? ¿Y cómo se supone que voy a saber cuál es?

Ella se echó hacia atrás en el sofá, tomando otro sorbo de su cerveza antes de responder con aire despreocupado.

Entre notas y secretos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora