Dos semanas después. 18:30.
Malú entró al bar con una sonrisa relajada, dejando atrás el ajetreo de su dia. Necesitaba un respiro, y ver a Pablo, llevaba una semana sin verle, desde la última vez que despertó en su casa tras una noche maravillosa. Miró alrededor y Luis, estaba detrás de la barra, sirviendo unas copas a un par de clientes. Luis sonrió de inmediato al verla, y levantó la mano en modo de saludo.
—¡Malú! —dijo, con entusiasmo sincero—. ¡Te estábamos echando de menos por aquí!
Ella sonrió, dejándose contagiar por el buen humor de Luis. Caminó hacia la barra, dejando que su bolso se deslizara de su hombro.
—He estado desaparecida por el trabajo, ya sabes cómo es. —Dejó escapar un suspiro, pero sus ojos brillaban con la calma que sentía en ese momento—. ¿Todo bien por aquí?—Sí, lo de siempre. Pablo ha estado ensayando mucho últimamente, como si estuviera componiendo algo importante. —Luis hizo un gesto hacia el escenario, donde Pablo estaba sentado frente al piano, escribiendo en una libreta con el ceño ligeramente fruncido.
Malú siguió la dirección de la mirada de Luis y vio a Pablo en plena concentración. Se permitió mirarlo durante unos segundos, sin la urgencia o los nervios que a veces sentía. Había algo en la forma en que Pablo se dedicaba a la música que le parecía hermoso, y esta vez lo observó con serenidad.
—Parece que está muy inspirado —comentó ella, devolviendo su atención a Luis, quien sonreía con complicidad.
—O muy frustrado. —Luis se rió—. Con Pablo nunca se sabe, pero la música siempre es la respuesta. ¿Quieres tomar algo? Tenemos un vino nuevo que estoy recomendando a todo el mundo.
Malú se animó con la propuesta.
—Me has convencido. Sírveme dos copas, a ver si le alegro un poquito la tarde.
Con las dos copas de vino en mano, Malú agradeció a Luis con una sonrisa cómplice y se dirigió hacia el escenario. A medida que se acercaba, el eco sutil de las notas que Pablo tocaba en el piano comenzó a envolverla, cada sonido destilando una mezcla de melancolía y esperanza.
Pablo estaba tan inmerso en su música y en las palabras que iba anotando en su libreta que no la notó de inmediato. Su cabello caía un poco sobre su frente, y sus dedos se deslizaban por las teclas del piano con una familiaridad que hablaba de años de dedicación. Malú se detuvo a unos pasos de él, observando aquella escena con una sensación de calidez en el pecho.
—Espero que este pequeño descanso sea bien recibido —dijo Malú, rompiendo suavemente la concentración de Pablo.
Pablo levantó la mirada del piano cuando escuchó a Malú. La sorpresa en sus ojos fue evidente, y por un momento, sus dedos se congelaron sobre las teclas. Se aclaró la garganta y cerró la libreta con cierto fastidio, como si no quisiera ser sorprendido en un momento tan vulnerable.
Malú le ofreció una de las copas con una sonrisa ligera, y se sentó en el borde del escenario frente a él.
—Parece que el pianista necesita una pausa. —bromeó, tratando de aligerar el ambiente.
Pablo aceptó la copa, pero no sonrió. Sus ojos oscuros la miraron con una mezcla de curiosidad y algo más que Malú no pudo descifrar del todo.
—Tú también parece que necesitabas una. —respondió él, con un tono que era a la vez ligero y cargado de algo no dicho.
El silencio se hizo pesado entre ellos, y Malú se sintió obligada a explicarse.
—He estado ocupada con el trabajo. La semana ha sido una locura. —Se encogió de hombros, como si no fuera algo tan importante.
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Entre notas y secretos.
RomanceMalú, una periodista musical de 28 años, asiste a una fiesta en un bar de la capital junto a dos amigos. Esa noche, el dueño del local, Pablo López, un principiante músico de 26 años, celebra su cumpleaños con un concierto especial. La voz de Pablo...