Día roto.

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A la mañana siguiente...

El sol apenas comenzaba a entrar por las cortinas, iluminando las sábanas revueltas. Malú aún no había abierto los ojos, pero sentía la respiración tranquila de Pablo detrás de ella, con su brazo rodeándola como si quisiera asegurarse de que no se escapara. Se giró lentamente para mirarlo, encontrándose con su pelo despeinado y su expresión relajada.
No pudo evitar sonreír. Aquella imagen de él dormido le resultaba tan cálida que se quedó un rato así, simplemente observándolo. Cuando Pablo comenzó a moverse, entreabriendo los ojos con una sonrisa, ella le acarició suavemente el rostro.

—Buenos días, dormilón.

Él gruñó levemente, estirándose como un gato antes de devolverle la sonrisa.

—¿Ya es de día ? —preguntó con voz ronca, todavía aferrándola contra su pecho.

—Hace rato, pero no quería despertarte.

—Deberías haberlo hecho. —Pablo se inclinó para besarla en la frente, luego en la mejilla y, finalmente, en los labios—. Me gusta despertar contigo, aunque todas las noches que pasamos se me hacen muy cortas...

Malú rió, apretándose contra él.

—Y a mí me gusta verte dormir. Aunque no tanto como esto. —Le devolvió el beso, dejando que sus manos exploraran su cuello y su pelo despeinado.

Pablo se abalanzó sobre ella, atrapándola bajo su cuerpo mientras le acariciaba el rostro con ternura.

—Podríamos quedarnos aquí todo el día. —murmuró, sus labios apenas rozando los de ella.

—¿Todo el día? —respondió Malú con un brillo travieso en los ojos—. ¿No tienes nada mejor que hacer?

—Nada que supere esto.

Entre risas y besos, el tiempo pareció detenerse. Pablo trazaba círculos invisibles sobre la piel de Malú, mientras ella jugueteaba con los mechones oscuros de su pelo. El ambiente era íntimo, cálido, lleno de pequeños gestos que hablaban más que las palabras.
Finalmente, ella suspiró.

—Creo que necesitamos levantarnos.

—¿Por qué? —protestó él, enterrando la cara en su cuello—. Estamos perfectamente bien aquí.

—Porque me siento pegajosa y necesitamos una ducha.

Pablo levantó la cabeza, fingiendo indignación.

—¿Pegajosa? Yo prefiero decir irresistible.

Malú soltó una carcajada y le empujó suavemente hacia un lado antes de levantarse.

—Ven. A ver si el agua fría te baja ese ego.

Malú dejó caer la sabana con la que se había tapado previamente y abrió el grifo de la ducha, dejando que el agua comenzara a correr hasta alcanzar la temperatura perfecta. Pablo la seguía de cerca, apoyado en el marco de la puerta, mirándola con una sonrisa que mezclaba diversión y ternura.

—¿Te vas a quedar ahí todo el día o vas a entrar? —le dijo ella, girándose hacia él mientras recogía su cabello en un moño desordenado.

Pablo levantó las manos y sonrió.

—Solo estoy admirando las vistas.

—Pues admírala dentro, que no tengo toda la mañana.

Riendo, Pablo se quitó la camiseta y se unió a ella bajo el agua. Al principio, ambos disfrutaron del calor en silencio, dejando que el agua cayera sobre sus cuerpos. Malú cerró los ojos, inclinando la cabeza hacia atrás mientras el chorro le mojaba el cabello.

Entre notas y secretos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora