Unos días después.
Pablo se detuvo frente a la puerta del piso de la oficina de Malú y tomó aire antes de tocar el timbre. Habían pasado un par de días sin verse, y en ese breve tiempo, su decisión de cerrar el bar había madurado, volviéndose inevitable. Al abrir la puerta, Malú lo recibió con una sonrisa radiante, iluminando su rostro.
—¡Pablo! —exclamó, con una alegría evidente en sus ojos.
Él sonrió mientras ella lo envolvía en un abrazo cálido. Se sintió aliviado al tenerla cerca, como si su presencia calmara las dudas que todavía lo perseguían. Malú lo guió hacia el salón, donde una mesa de trabajo estaba cubierta de documentos y notas desordenadas. Se sentaron en el sofá, y ella lo observó con esa mezcla de curiosidad y atención que siempre lo desarmaba.
—¿Todo bien? —preguntó ella, captando la tensión que él aún llevaba encima.
Pablo pasó una mano por su cabello, como si con ese gesto pudiera disipar la pesadez de sus pensamientos.
—He decidido cerrar el bar por un tiempo. —dijo finalmente, sin rodeos—. No puedo seguir manteniéndolo así. Las pérdidas son demasiadas y... necesito concentrarme al cien por cien en componer mi disco.
Malú se quedó en silencio, dejando que sus palabras resonaran en el pequeño piso. Sus ojos mostraron sorpresa, pero también comprensión.
—¿Cerrar el bar? —repitió suavemente—. Vaya, es una decisión grande.
Él asintió, los músculos de su mandíbula estaban tensos.
—Sí... Pero voy a organizar un concierto de despedida la semana que viene. Quiero que sea algo especial, mi forma de agradecer a todos los que me han apoyado y, al mismo tiempo, de despedirme de esa etapa.
La expresión de Malú se suavizó, y su mirada se volvió comprensiva. Pablo la miró con algo de nerviosismo.
—Quiero pedirte que asistas... pero como periodista. Que escribas un artículo sobre el concierto, algo que me ayude a ganar visibilidad mientras termino de componer mi disco. Necesito que la gente sepa que estoy trabajando en algo grande.
Malú se mordió el labio, pensativa.
—Tendré que consultarlo con mi jefe. —dijo, y Pablo frunció el ceño, algo confundido.
—¿Tu jefe? —repitió, mirándola extrañado—. Pensé que trabajabas por libre. O eso me dijiste cuando nos conocimos.
Ella dejó escapar una carcajada, sacudiendo la cabeza.
—Me refería a que no trabajo para ninguna radio. Soy freelance, pero colaboro con un periódico, y ellos son quienes aprueban los temas que cubro. Así que... mi jefe es el redactor de mi sección y él tiene que aprobar todo lo que yo le propongo.
La explicación lo relajó un poco, y él se echó a reír, sintiéndose tonto por haberse preocupado.
—Ah, entiendo. Bueno, espero que tu jefe no te ponga ningún problema. Quiero que lo hagas tú.
Ella se inclinó hacia él, tocando suavemente su mano.
—Por supuesto que intentaré convencerlo. Haré el mejor artículo que se haya escrito sobre un concierto de despedida. Y después... después veremos qué papel quiero interpretar esa noche.
Los dos rieron, y en ese instante, el peso que Pablo sentía pareció desvanecerse un poco. La calidez de Malú, el apoyo inquebrantable que le ofrecía, era todo lo que necesitaba para seguir adelante.
—Bueno, me tengo que ir a trabajar... —dijo Pablo con una sonrisa ligera, aunque algo cargada de preocupación.
Malú se levantó con él y le acompañó hasta la puerta, pero no dejó que se fuera sin más.
Se acercó, juguetona, y le agarró suavemente la mano, mirándolo con esa mezcla de picardía y ternura que siempre lo desarmaba.
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Entre notas y secretos.
RomanceMalú, una periodista musical de 28 años, asiste a una fiesta en un bar de la capital junto a dos amigos. Esa noche, el dueño del local, Pablo López, un principiante músico de 26 años, celebra su cumpleaños con un concierto especial. La voz de Pablo...