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Ben

El cabello de Aeryn se azota con el viento gracias a su ventana baja. Mira la ciudad pasar frente a sus ojos, perdida en sus pensamientos, yo tengo que obligarme a apartar mis ojos de ella si quiero llegar con vida al aeropuerto y no tener un maldito accidente, pero, joder, es difícil.

Es hermosa.

Desde la primera vez que la vi, sabía que era hermosa, pero algo extraño pasó dentro de mí desde el momento en que unió sus labios con los míos en su habitación. Por alguna razón, ya no quiero gruñirle todo el tiempo. Me abrí como nunca lo había hecho antes, como si nos conociéramos desde hace años.

Como si estuviéramos enamorados.

Eso es completamente una mierda.

No creo en el amor de ningún tipo. Sí, existe el afecto por tu familia y todo eso, pero el amor es algo que no tiene nada que lo corrobore. No creo en los sentimientos o en los vínculos afectivos. Sí, la confianza y el respeto existen, pero sentir ambas cosas por una persona, no lo convierte en algo tan complejo e inexistente como el amor.

Sin embargo, algo dentro de mi cerebro me grita que, si paso el tiempo suficiente junto a ella, no me tomaría mucho tiempo enamorarme de Aeryn Cole.

Es un pensamiento estúpido. El amor no existe, mucho menos el amor a primera vista, pero no puedo evitar pensar en eso. Pensar en lo que le hace a mi cuerpo con el simple hecho de demostrar su calidez, su pureza. No es solo deseo —que, sinceramente, es demasiado difícil de controlar—, sino es algo más complejo. Es como si la necesitara y no solo a su cuerpo. Como si mi corazón congelado necesitara su calor.

Si sigue alumbrando mi oscuridad, es posible que jamás la deje ir.

Puede que no crea en el amor, pero creo en la adicción, y a este punto me he dado cuenta que ella es mucho más fuerte que la coca o el fentanilo. Que puede volarme los sesos por todos los pensamientos que se me pasan por la mente cada vez que sonríe, que hace que me duela el pecho y me tiemblen las manos por tocarla cuando me mira. Que la euforia me consume cada vez que roza alguna parte de su cuerpo con el mío.  

Las endorfinas aletean como locas dentro de mi cerebro, completamente drogado por Aeryn.

Tan intensa como cualquier droga.

Una probada despertó mi curiosidad.

La segunda probada, más intensa, me hizo quedarme con ganas de más.

Y la tercera… esta tercera vez que la veo… me ha convertido completamente en un adicto.

Me hizo darme cuenta que el sentimiento de excitación que sentí esa primera vez a su alrededor no fue una exageración de mi mente solitaria. Lo que sentí fue real.

La Adicción de BenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora