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La mala racha de Daniel Fenton comenzó con la llegada de la que, esperaba, sería la carta de admisión a la preparatoria. Se había esmerado demasiado estudiando día y noche con Sam y Tucker. Estaba seguro de que le había ido bien en el examen, pero cuando abrió el correo esa mañana, sus esfuerzos se vieron reducidos a un simple "No aprobado".

Había sido buena idea llevarse la correspondencia a su habitación, o su familia ya estaría encima suyo recriminandole aquel burdo fallo.

Por más que Daniel dio vueltas a la hoja y rebuscó dentro del sobre, no encontró justificación alguna para su rechazo.

¿Es que le había ido tan mal en el examen?

¿Los puntos eran insuficientes?

¿Se había acabado la plaza y no había alcanzado lugar?

Para Daniel no tenía sentido. Se había sentido muy seguro de sí al realizar la prueba, pero al parecer no había sido suficiente.

Su decaimiento y mal humor lo orillaron a una toma de desiciones consecutivamente erróneas.

Primeramente durmió mal y se ganó un retardo en clases, después había discutido con Tucker cuando este intentó sonsacarle cómo le había ido en el examen.

Prudentemente Sam decidió darle su espacio, y Daniel tuvo que tomar su almuerzo solo, propiciando que fuera el hazmerreir de Dash.

"Pobre Fentonto, se peleó con sus amiguitos y ahora come solo como todo un perdedor. Jaja"

Danny ya había llegado a su límite cuando terminaron las clases. Por primera vez parecía que iba a llegar temprano a casa, pero entonces su sentido fantasmal le alertó sobre presencias extrañas deambulando en el autobús escolar.

Eran gárgolas fantasmas. Danny los persiguió un buen tramo antes de decidir que no eran una amenaza para la ciudad.

A pocas calles de llegar a su casa el reloj de la torre anunció las diez y cuarto. Entonces Daniel tuvo otro inconveniente más al darse cuenta a pocos pasos de la puerta de que no se había transformado, seguía siendo fantasma.

A las diez con veintitrés minutos Danny llamó a la puerta de su hogar. Su madre estaba molesta, su padre decepcionado. Por fortuna Jazz estaba en su habitación o Daniel habría tenido que enfrentar el mal temple de toda su familia, además del bombardeo de preguntas que no podía responder con sinceridad.

¿Qué si a donde había ido?

¿Por qué la demora?

¿Acaso no tenía sentido de la responsabilidad?

Y el infaltable "Estas castigado".

Había sido un día de porquería, pero al menos ya había terminado. Quedaban pocos meses para la graduación, aún podía conservar el secreto sobre su rechazo en la preparatoria. Ya encontraría la forma de excusarse.

Que difícil era ser mitad fantasma. Desde que había adquirido sus poderes gracias al portal, su mundo se había vuelto del revés, y sus responsabilidades se habían triplicado. Entre proteger a la ciudad, a sus seres queridos, mantener su identidad oculta y llevar una vida aparentemente normal como un chico de preparatoria, todo en conjunto consumía su energía.

Daniel se cuestionó antes de dormir, por cuanto tiempo podría llevar su doble vida antes de que su secreto empezará a pasarle factura.

La respuesta la obtendría al día siguiente, cuando, nada más llegar a la secundaria, Daniel notó el ambiente en el aula un tanto enrarecido. Todos los alumnos del pasillo principal estaban absortos en sus teléfonos celulares. Daniel se preguntó si se habría perdido de algo, pero entonces Tucker corrió hacia él, pálido su semblante, para pedirle (Casi suplicarle) hablar en privado.

Se reunieron en la sala del conserje. Daniel estaba impaciente.

—Tucker, ¿Qué está pasando?

La expresión temerosa de su mejor amigo no podía augurar nada bueno.

—No entiendo cómo pasó...— comenzó a explicarse Tucker—. Un virus debió entrar a mi computadora. Estaba...bueno, tenía una grabación de cuando tu...de cuando te transformabas y...

Daniel dejó de escuchar llegado a ese punto. Se sintió súbitamente mareado y desorientado.

Tucker tuvo que sujetarle los brazos para hacerlo volver en sí. 

—Escucha, Dan, no es tan malo. No se qué ocurrió pero no se filtró el video completo a mis contactos. No se ve tu rostro, así que tu identidad está a salvo.

—Lo hiciste a propósito, ¿No es así?— meditó Danny, exaltado—. Fue por la estúpida pelea de ayer.

—¿Qué?— se extrañó Tucker—. No, Dan. No tiene nada que ver con eso. Juro que yo no...¿Cómo puedes siquiera pensar que te traicionaría?

Danny no respondió. Por momentos se imaginaba lo que pasaría si todos en la secundaria Casper se enteraran de su secreto.

¿Y sus padres?

Se masajeó las sienes en un intento por procesar lo sucedido. Sentía un borbotón de rabia mezclada con miedo.

—¿Sabes qué, Dan?...si en realidad me crees capaz de algo así, tal vez no deberíamos seguir siendo amigos.

Furioso, Tucker azotó la puerta al salir, dejándolo solo y perdido en sus caóticos pensamientos.

Experimento fantasma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora