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Un mes después.

El pequeño rizado golpeaba el saco de su mismo tamaño torpemente, solo tenía unos cuatro años cuando Jeff le había regalado uno, una semana luego de la muerte de su madre, para mantener ocupado al ojiverde.

¡Eso es hijo!grito Jeff a sus espaldas con una sonrisa.

Aarón aparto los rizos de su frente, con dificultad gracias a los guantes que su padre le había obsequiado, minutos después un cansado chicos de ojos verdes estaba tirado en el pasto observando las estrellas de la oscuridad de la noche.

Jeff se acerco rápidamente a el sentándose a su lado, y comenzando a revolver el estomago del pequeño ganándose unas carcajadas del menor.

¿Mamá?

Las tensión de la mandíbula de Jeff sobresalió ante la pregunta del niño, respiro con dificultad y su rostro se volvió neutro.

Mamá esta muerta, Aarón. Ya lo dije muchas vecesexclamo secamente el mayor.

El pequeño hizo un mohín con sus labios, Jeff suspiro en lo alto, envolviendo a Aarón entre sus brazos luego de sacarle los guantes, para cargarlo hacia dentro de la casa.

Papá te quiere mucho, Aari. Yo seré mami también, pequeño.

El rizado sonrió ante el recuerdo, golpeando una y otra vez el gran saco de boxeo frente a el, este había cambiado mucho desde que era pequeño, y lo había colgado unas semanas anteriores, una vez que las tardes se habían puesto aburridas cuando el castaño partía hacia la secundaria a estudiar para los exámenes semestrales. Y debía cuidar a Lucy, una vez que Jay se iba a trabajar, observo a la pequeña rubia jugando en la caja de arena haciendo forma en ella con los baldes rosas.

Sumiso en sus pensamientos siguió golpeando el saco, una y otra vez. Y cada vez que lo hacía mas recuerdos venían a su mente.

¡Golpea fuerte ese saco, Aarón! ¿¡Piensas que así vas a poder entrar a la competencia!?grito el entrenador a un lado de el.

Un Aarón frustrado de ocho años golpeo nuevamente el saco, había pasado ya demasiado tiempo golpeando el mismo una y otra vez, y el hombre mayor a su lado lo único que sabía era gritarle.

¡No sirves para nada! ¡Para nada, Thompson!grito el mayor.

El ojiverde contuvo las lagrimas en sus ojos, pero estas picaban demasiado haciendo que un par resbalaran por sus mejillas, ganándose un fuerte bufido del Jon, su entrenador, mientras toda la clase de niños de la misma edad del rizado lo observaban.

—¡Eres un maldito, marica! ¡Y todavía me lloras! ¡Eres una maldita nena!grito nuevamente Jon.

Aarón golpeo mas fuerte el saco, sintiendo como las primeras gotas de sudor iban bajando por su torso al descubierto. Con una mirada seria, concentrada, que no escuchaba los gritos de Lucy pidiendo ayuda.

Pero lo que no sabía Jon es que justo en la esquina del gimnasio se encontraba el padre del rizado, el cual se acerco rápidamente hacia el entrenador golpeando su mandíbula, para luego colocarse a horcajadas y seguir golpeando el rostro del entrenador.

¡Mi hijo no es ningún homosexual!grito Jeff.

El rizado trago saliva, recordando como su padre lo había sacado de la clase, diciéndole una y otra vez que ser homosexual estaba mal, y que a el no tenia que gustarle los hombres, mientras el pequeño ojiverde asentía. Y luego de aquel día Jeff abrió su propio gimnasio.

TODO POR TI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora