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El ojiverde aparto los rizos que se adherían a su frente a causa del sudor acumulado, golpeo con fuerza el saco logrando que este se balanceara, viro su cabeza observando como el gimnasio estaba desierto, era obvio, había entrado sin el permiso de su padre a altas horas de la madrugada, seguro su padre le armaría terrible discurso y protestas una vez que verificara las cámaras de seguridad, como también se llevaría un resongo de su madre por haberse escabullido de su casa.

Faltaba muy poco para las interestatales, y al ojiverde lo habían dirigido para viajar allí, haciendo que a las dos y cuarenta despertara, logrando que se levantara y llegara al gimnasio caminando luego de una larga caminata.

Aarón aparto la mirada hacia la ventana colocada a unos metros hacia arriba por la cual había entrado, dejando que los recuerdos volvieran a su mente de las veces que se escabullían por ella junto al ojiazul.

Negó con la cabeza apartando la mirada y todos los pensamientos, de aquel tiempo y del sueño que había tenido unas horas antes, tal vez la razón por la que estaba allí dentro golpeando el saco de boxeo no era por entrenar sino para desahogarse. Sintiéndose estúpido por seguir teniendo sueños junto al castaño, y es que era difícil de superar, difícil de tener que asimilar que jamas volvería a su lado. Y ya hacia mas de dos meses que no lo había vuelto a ver, puesto que también el rizado no salia de su casa o el gimnasio, ni las mínimas intenciones de hacerlo a su vez.

Seco el sudor con la toalla blanca a uno de sus lados, se estremeció ante la ráfaga de frío que entraba por la ventana abierta a su torso al descubierto. Observo el lugar, el cual se veía lo bastantemente terrorífico sin personas dentro y con las luces de baja tensión, el rizado se encogió de hombros pensando que con todas las cosas que le habían pasado en el último tiempo, ver algún demonio o fantasma no le vendría para nada mal.

Camino a paso lento hacia las duchas, observando y verificando si no había ninguna llamada en su celular, y al comprobarlo se dirigió hacia las duchas cuando el reloj marcaban casi las 5:00am. El rizado prendió la ducha haciendo que un grito ahogado saliera de su garganta, puesto a que el agua estaba completamente helada, bufo para sus adentros juntando fuerzas para dirigirse bajo el agua. Apretó sus ojos a medida que comenzaba a refregar velozmente su cabello, para luego untarse un poco de jabón en su torso. Una vez que termino suspiro colocando una toalla blanca sobre su cintura.

Se dirigió a paso cansado y perezoso hacia los vestidores, después de todo la idea de haber venido a las horas de la noche no se veía tan excitante ya que después de todo, Jeff lo buscaría para entrenar a las nueve de la mañana, pero lo hecho ya estaba hecho.

Chillo ante la oscuridad del lugar, bufando en lo algo sabiendo que debía reparar los interruptores, recordando donde había dejado su bolso camino hacia la pared contraría a medida que un bostezo se escapo de sus labios logrando así que cerrara los ojos.

Y luego su cuerpo choco con otro.

Un grito.

Dos pasos hacia atrás.

Y una risita.

Y una risita que tanto sus oídos conocieran haciendo que entre medio de la oscuridad pudiera ver aquellos ojos zafiro. Su ceño se frunció exageradamente a medida que su corazón comenzaba a palpitar velozmente.

—Tranquilo, soy yo—murmuro el castaño.

—¿Dylan?—susurro Aarón.

Sintió los pasos del ojiazul alejarse y luego de unos segundos la luz volvió, haciendo que el rizado achicara sus ojos con la luminosidad.

—Temía que si me hubieras visto de repente no quisieras hablar conmigo—exclamo el ojiazul acercándose nuevamente.

Aarón rió por lo bajo, pensando en la idea del al castaño, cosa que era imposible porque lo que mas quería era volver a verlo después de meses.

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