Sinopsis:
Tras un evento traumático para su familia, Iris es obligada a vivir en cautiverio, desde los 5 años, con estrictas reglas para protegerla.
Su vida da un giro inesperado, cuando viaja a otro mundo, uno lleno de magia y seres místicos, muy...
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A primera hora de la mañana, André recorre el pasillo con prisa, en dirección a la habitación de su sobrina, no puede esperar más, tenía que confirmar que su regreso no fue un sueño; tampoco es que haya podido dormir mucho, pero su madre lo obligó a quedarse en su habitación para descansar, con ella vigilando. Ya estaba acostumbrado, pues en esos últimos meses se había excedido en varias ocasiones, llegando a tener síndrome de desgaste profesional y para evitar una recaída, su madre se quedaba algunas veces en su cuarto, asegurando que duerma un mínimo de 6 horas, así que lo tuvo que acondicionar, para que hubiera dos camas. También cuidaba su alimentación y Salma era su cómplice en eso.
Al llegar, la duda se apodera, su mente está llena de pensamientos desordenados, se obliga constantemente a enfocarse y justo cuando va a tocar la puerta, esta se abre, apareciendo Salma.
—Señor André... —dice en voz baja.
Y tras ella alcanza a ver a Iris, durmiendo plácidamente. Inhala profundo y exhala, como si tuviera que recordarle a su cuerpo respirar.
—Buenos días. Luce algo pálido, tal vez debería descansar un poco más.
—Quería asegurarme de que ella está bien...
Por la forma en que lo dice, pareciera intentar convencerse más que a la mujer y de algún modo ella lo entiende.
—Por qué no pasa un momento, yo iba al tocador.
—Deja que te releve, Salma, no creo que hayas descansado por mi culpa, necesitaremos tu ayuda después.
—Está bien, pero prométame que me llamará si necesita algo.
—Así será. Gracias, no sé qué haría sin tí o tu hijo, han sido de suma ayuda.
—Su familia es como si fuera mía, no hay forma de que los abandone cuando más me necesitan y mi hijo lo admira como a un padre, siempre quiere hacer lo que usted. Sabe qué, más tarde le traeré el desayuno, con solo cosas que le gusten, así además de fuerzas, mejorará su ánimo.
Al terminar de hablar, la mujer espera a que André entre; no puede evitar notar que aún luce confundido y se preocupa un poco, pero debe confiar en que las cosas se acomodarán de aquí en adelante. Con ese consuelo en mente, cierra la puerta y cuando se dispone a irse, se encuentra con el chico que acompañaba a Iris. Él se asusta al verla, como si no quisiera ser descubierto, pero ella decide hablar con naturalidad para evitar que se sienta mal.
—Joven Ángel, buenos días, espero que haya descansado aunque sea un poco.
El muchacho asiente, al tiempo que responde el saludo, pero se muestra avergonzado, pues ella le pidió que esperara a que fuera por él a su habitación, y claramente fue incapaz de hacerlo, por lo que teme que le llame la atención.
—Ella aún duerme —informa con un tono amable.
—Lo siento, no quise ser grosero al venir aquí sin permiso —asegura bajando la cabeza y hombros desanimado.