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JANE

No había manera de explicar lo que sentía, no podía siquiera sentir mi corazón, todo lo que en algún momento sentí por Bill se convertía en desprecio mientras más recordaba lo que ha hecho. Manejaba por las calles de New York de vuelta al hospital, envuelta en miles de dudas y lágrimas que no parecían cesar.

Quería asesinarlo, no importaba que tan loco se escuchase, quería enseñarle lo lejos que podía llegar por mi hermano, pero no podía hacerlo, mi corazón no lo permitía, pues aunque ahora sabía que era un asesino, una parte de mi aún tenía compasión por él, compasión que solo alcanzaba para detener mi impulso de volver a casa y clavar aquel cuchillo en su pecho.

Al llegar al hospital, los paparazzis ya habían llegado, y claro, estaban aquí por mi y Alexander, el famoso actor y la novia del payaso. Mirando los flashes cerca de la entrada principal, mezclado con los gritos y euforia de los medios esperando por un par de palabras, una idea surgió de lo más profundo de mis retorcidos pensamientos, una idea que estaba repleta de odio y sed de venganza, la cual estaba más que lista para tomar.

Camino dentro del hospital, cientos de personas gritan a mis espaldas pidiendo algún tipo de información sobre qué fue lo que sucedió, a lo que amablemente ignoro. Pregunto por la habitación de Alexander, soy llevada inmediatamente, su cuerpo reposa en una de las camillas, pero no en su totalidad, sus piernas parecen estar tocando el suelo, el resto de su cuerpo se recarga en el colchón de color azul. No parece estar tan golpeando como Alejandro, pero las marcas en su rostro y cuerpo me dejan saber que Bill también lo lastimó de manera atroz.

— Alex... — Susurro, el me mira y sonríe con debilidad.

— Hola, bonita. — Responde.

— Ya lo sé todo.

Al confesarlo, sus facciones se suavizan, parece estar sorprendido por la forma tan abrupta en la que he decidido sacar tal pieza de información.

— Y necesito que me ayudes. — Prosigo.

— Lo que necesites, cariño. — Responde de forma coqueta.

Sabía perfectamente cómo lastimar el ego de un hombre, pues quizá no tenía el valor de matar a Bill, pero podía hacer algo incluso peor, romper su corazón y hacer que muera en vida con lo más bajo que he podido idear.

Me acerco a él y comienzo a besarlo, siento como el también lo hace atrayéndome lo más que puede a su cuerpo. Nos recostamos con lentitud en la camilla y siento como su entre pierna va creciendo poco a poco, empujando mi pelvis con suavidad.

— Espera... — Digo separándome levemente.

Él me mira tratando de recuperar el aliento, pero se que sabe perfectamente lo que intento hacer.

— ¿Qué pasa? — Pregunta.

— Hay que salir de aquí. — Levanto mi cuerpo de aquella camilla y acomodo mi ropa con delicadeza. — Hay miles de fotógrafos afuera, si vamos a besarnos que sea frente a ellos.

Las palabras salen con total seriedad, no me causa ningún tipo de gracia y tampoco lo disfruto, pero Alexander sonríe de manera maníaca frente a mi, acercándose para abrir la puerta y dejarme salir. Tomo sus cosas y las pongo en mi bolso, uno de sus grandes brazos rodea mi cintura y salimos por la puerta principal presentando el circo mediático del año.

Los rostros de las personas dándose cuenta de qué tal vez no estábamos siendo amigables, si no que el labial en el rostro del musculoso tipo rodeándome con sus brazos no era precisamente un accidente. Los flashes y sonidos de todas esas cámaras me hacen sentir nerviosa por lo que pueda pasar, quizás dirán que soy una prostituta barata que se acuesta con un par de hermanos, pero ninguno de ellos sabe que el que creí era el amor de mi vida, asesino a mi hermano a sangre fría.

BILL

Llego a casa de mi madre con el corazón destrozado, mi respiración se acorta y siento que perderé la cordura en cualquier momento.       

— Oh mi amor, ¿Que te sucede?

Corro a sus brazos como un niño pequeño sin saber que más hacer, las lágrimas cayendo de mis ojos parecen no tener fin, no puedo controlarlo por mas que intento.

— Ella... Ella... cree que- cree que yo... yo...

— Tranquilo mi vida, tranquilo. — Los masajes que brinda a mi pecho hacen que mi voz salga con más claridad, pues no puedo ni siquiera pronunciar un par de palabras. — ¿Hablas de Jane? — Pregunta curiosa, tan solo asiento.

— Ella cree... que yo... mate a su hermano.

La expresión en el rostro de mi madre cambia por completo, no logro descifrarla pues mi soy capaz de mantener la mirada fija en ella, el dolor que siento dentro no me permite concentrarme en nada más. Eija entra por la puerta en total sorpresa y se acerca a nosotros intentando calmarme, al igual que mamá, pero aquí es donde me pregunto ¿Como lo supo?

— ¿Qué... haces aquí? — Pregunto con dificultad.

Mira a mi madre y niega un par de veces, algo está pasando y no quiere decírmelo.

— Eija... — Alzo un poco la voz — ¿Que estás haciendo aquí? Dímelo.

La miro amenazante, haciendo que ella solo se sienta aun más nerviosa. Retrocede un par de pasos, pero logro mantener la cordura por un segundo y alejo a mi madre de mi, para levantarme con equilibrio en ambos pies.

— Mamá. — Menciona mirando a mi madre, evitando cualquier contacto visual conmigo. — Solo no dejes que mire la televisión, volveré mas tarde.

Doy media vuelta al escuchar la puerta cerrarse y ver a Eija desaparecer, miro a mamá de nuevo y me aseguro de ser el primero en tomar el control remoto, ella intenta tomarlo, pero es inútil.

— ¡Bill Skarsgård suelta eso ahora! — Grita con enojo.

Enciendo la televisión ignorando sus llamados y no hace falta que escoja algún canal, el rostro de Alexander y Jane saliendo de aquel hospital está por todos lados. La sangre en mi cuerpo hierve al percatarme de que no solo la lleva de la cintura, si no que también tiene lápiz labial por toda la maldita cara.

Tiro el control remoto lo más lejos posible y salgo furioso por la puerta principal, dispuesto a terminar de romper su puto rostro.

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⏰ Última actualización: Jan 09 ⏰

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PREJUDICE | BILL SKARSGARDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora