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Los días dolían, cada minuto, cada segundo pasado tras la muerte de James era infernal.

— Necesitas comer, por favor mi amor. — Escuchaba la voz de Bill, pero no podía reaccionar a su llamado.

No sabía que sentido tenía la vida ahora, porque amaba a Bill, pero James era mi todo desde que nació.

Recordar su rostro hacía que el llanto volviera, Bill me rodea con sus brazos y llega la calma.

— No puedo con esto...

Acaricia mis brazos y recargo mi cabeza en su pecho.

— Si puedes nena, lo sé. — Dice cerca de mi. — Me duele verte así.

El apoyo que Bill me daba día con día no podía compararse con nada mas. Decidí que el cuerpo de James fuera incinerado, no me arriesgaría a presenciar un espectáculo con un velorio, no esperaría la llegada de mis padres, aunque en este punto no me interesaba lo que hicieran conmigo.

— Mis padres deben saberlo todo.

Veo cómo Bill traga con dificultad, parece ponerse nervioso, pero no puedo culparlo, también tendría miedo de mis suegros si estuviese en su lugar.

— ¿A que te refieres? — Pregunta.

— Ellos deben saber lo qué pasó, vigilan cada uno de mis pasos, donde sea que esté.

Lo observo levantarse de su lugar y caminar hasta la mesa, donde toma uno de los calmantes que han sido recetados para mi por el doctor personal de Bill, vuelve a mi junto con un vaso de agua y lo acerca a mi boca, me niego.

— Tienes que tomarlo amor.

— Tome uno por la mañana.

— Debes tomarlo cada 6 horas.

No quería vivir medicada ignorando el hecho de que no pude salvar a mi hermano, ignorando lo qué pasó de un día para otro.

— No quiero hacerlo.

Suspira y pasa ambas manos por su rostro, está desesperado.

— Entonces come un poco.

Vuelve a la mesa y deja el medicamento junto al vaso, toma el plato de carne que ha estado esperándome toda la tarde y viene a mi con un cubierto.

— Abre. — Dice acercándome un bocado.

— Bill.... No quiero. — Digo con ternura, intentando hacerlo entender.

— Tienes que comer, no importa si no quieres hacerlo.

Toma una mordida de aquel trozo de carne y sonríe, quiere convencerme de que es lo mejor que ha comido.

— Delicioso. — Dice juguetón. — Ahora es tu turno.

Acerca de nuevo el tenedor a mi boca y con lentitud abro esta, intentando complacer su petición.

— Eso es... ves? Estará bien. — Dice acariciando mi cabello mientras mastico con lentitud. — ¿Te gusta?

Asiento con lentitud, tan solo quiero darle lo que quiere, pero mi corazón sigue pesando.

— Mamá quiere verte. — Dice sonriendo. — Ha estado toda la semana llamando.

Al escuchar eso, recordé algo, no había utilizado mi celular en días, no sabía que era lo que estaba pasando allá afuera.

PREJUDICE | BILL SKARSGARDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora