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— Tienes que comer algo, Jane.

Miraba por la ventana del hotel, no había podido emitir ninguna palabra desde que salimos de aquel lugar, me sentía confundida, culpable y completamente destrozada. Nos iríamos a New York por la mañana, Bill y yo nos encontrábamos en mi habitación mientras Thomas dormía en la otra.

— Por favor... me preocupas nena.

Toma mi mano con delicadeza y no puedo siquiera mirarlo a los ojos.

— Todo estará bien, haré lo que esté a mi alcance para ayudarte.

Camina lejos de mi para tomar el teléfono de la habitación y teclea a lo que parece ser recepción, pues su llamado es respondido al instante.

— Si, buenas noches, necesito un doctor.

Me mira con preocupación después de colgar aquel teléfono, sale de la habitación y vuelve minutos después con un tipo vestido completamente de blanco, llevando entre sus manos un maletín de este mismo color.

— Buenas noches, señorita...

— Evans... Jane Evans. — Responde Bill.

— Señorita Jane.

Se acercó a mi y me miro a los ojos, tomo una pequeña linterna y comenzó a pasarla por estos.

— No ha reaccionado desde hace un par de horas. — Dijo Bill. — ha dado pequeños pasos y movimientos lentos, pero no habla.

— Ya veo... — Toma mi muñeca para sentir mi pulso.

Se aleja de mi  y saca de su maletín una jeringa, la rellena con el líquido de un pequeño pomo y lo inyecta en mi brazo.

— Esto la hará dormir por un par de horas, cuando despierte probablemente ya esté mejor.

— Muchas gracias. — Dice Bill estrechando la mano del doctor.

— No te preocupes muchacho, estará bien, solo cuida de ella, de acuerdo?

Bill asiente y se acerca a mi, me carga con delicadeza y me recuesta sobre la cama, mis ojos pesan y siento cansancio en todo el cuerpo. Besa mi frente y regresa su mirada al doctor.

— Si necesitan algo, este es mi número.

Acerca a Bill una pequeña tarjeta, este sólo asiente y lo acompaña a la puerta.

Regresa a la cama y se recuesta a mi lado, siento que todo se apaga lentamente mientras el solo acaricia mi cabello.

Despierto desubicada y con la garganta seca, estiro mi brazo por detrás de mi espalda en busca de Bill pero no logro sentirlo. La habitación es cubierta por una luz azul, producto de la madrugada.

— ¿Como te sientes?

Escucho su voz detrás de mi, me confunde pues no siento su presencia en la cama. Miro detrás de mi hombro y el está ahí, sentado tras el buró mirándome fijamente con el lugar lleno de medicamentos.
Quiero responderle, pero mi garganta necesita refrescarse. Me acerco a donde se encuentra una botella e intento tomarla, el se percata de esto y la toma, gira la tapa y la acerca a mi boca. Trago con dificultad y me recargo en la cabecera de la cama.

— Nena... háblame... — Susurra.

Se acerca más a mi y toma mis manos dejando caricias suaves en ellas.

— Bill....

Su nombre sale de mi boca como por arte de magia, me mira con emoción y se lanza sobre mi cubriendo mi cuerpo en un abrazo.

PREJUDICE | BILL SKARSGARDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora