28

21 1 0
                                    


Diciembre 26

     Finalmente, un día después de navidad, mi corazón fue arrancado a la fuerza de mi pecho.
Bill sostenía las pequeñas piernas de James, mientras yo acariciaba su cabello y cargaba la parte superior de su cuerpo. Me preguntaba, ¿Por qué él? ¿Por qué así? ¿Por qué ahora?
Ninguna de estas preguntas tenían respuesta, pero seguía sin poder sacarlas de mi cabeza.

Me acerqué a su oído y susurré;

— Te amo... te amo bebé te amo...

Se lo repetí las veces que pude. El sonido de las olas frente a nosotros hacía que todo se sintiera más pacífico, y así fue, James jamás supo que estaba muriendo, ni siquiera en sus últimos momentos.

Sus ojos parpadeaban con lentitud, poco a poco se apagaba aquel brillo y solo podía sentir sus últimos respiros dar paso por su diminuta nariz.

— Te amaré siempre..... — Le susurre al oído.

La comisura de sus labios se levantó con delicadeza formando una sonrisa, sabía que no podía contestarme, no tenía la fuerza para hacerlo, pero la respuesta era mas que obvia.

Bill permanecía junto a ambos, acariciaba mi espalda con cuidado y abrazaba las piernas de James. Al sentir el pequeño cuerpo entre mis brazos relajarse por completo, lo supe... y en automático dejo el llanto salir de mi sin control. Lo abrazo y pido al cielo que esté en un lugar mejor, nada podía devolverme a mi pequeño, ni siquiera la venganza más perturbadora.

— Él estará bien, Jane. — Dice Bill en mi oído, sosteniendo a mi hermano entre sus brazos, quedándose con su peso. — Estará bien, está descansando.

Limpio las lágrimas en mi rostro, lo cual es inútil, pues son remplazadas por nuevas al instante.

— Solo quería que fuera feliz. — Suelto en un sollozo.

— Lo sé nena, él quería lo mismo para ti.

Recuerdos de todo lo que pasamos juntos en los últimos días inundaban mi mente, las vacaciones por paris y las miles de veces que escuché su risas en sintonía haciéndome sentir la mujer más suertuda del mundo.

— No sentirás más dolor, pequeño. — Susurra Bill en su oído.

Sonrío, jamás había sentido tanta tristeza como en este momento, todo pasó muy rápido como para poder digerirlo, pero le entregamos tanto amor como fue posible, y nada ni nadie podía cambiar eso, ahora solo quedaban los recuerdos de lo que algún día vivimos juntos.

PREJUDICE | BILL SKARSGARDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora