48. Un Trago Para el Alma

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Diciembre no estaba siendo amable con nadie en Hogwarts. Entre las nevadas y los ánimos caldeados, los conflictos personales empezaban a desbordarse. Jason y Roy siguieron peleados, lo que causó un revuelo notable en Gryffindor. El pelirrojo, incapaz de manejar su frustración, había comenzado a tener ataques de ira que se dirigían hacia cualquiera que se cruzara en su camino, incluidos los profesores. Su última víctima había sido nada menos que la profesora McGonagall, un arrebato que le valió un severo castigo. Por su parte, Jason había cortado casi todos sus lazos con su casa, pasando cada minuto libre en las mazmorras de Slytherin.

El distanciamiento de Jason con Gryffindor tuvo otro efecto colateral: un Harry Potter desmotivado y abatido. Desde su pelea con Draco, el chico que vivía bajo la constante presión del Torneo de los Tres Magos se había sumido en un estado de tristeza que no pasaba desapercibido. Su falta de ánimo llegó al punto de ausentarse de las lecciones de baile organizadas por la profesora McGonagall, lo que también le valió un castigo. Draco, en cambio, estaba demasiado ocupado como para preocuparse por Harry, centrado en una problemática que involucraba a un cierto Hufflepuff que parecía estar jugando con fuego.


—No entiendo por qué te obsesionas tanto con esto, Diggory. Jason y Potter ni siquiera son tus amigos. —dijo Draco, su tono goteando desdén mientras observaba al Hufflepuff con los brazos cruzados.

—¿Por qué soy el único en esta escuela al que le parece extraño que dos chicos de 14 años hayan entrado al torneo? ¿No te resulta sospechoso, Malfoy? ¿O es que en verdad ellos lograron engañar al cáliz? —Cedric lo miraba, con una mezcla de incredulidad y terquedad.


Draco bufó, exasperado.


—No seas ridículo, Diggory. Potter no podría burlar una barrera de Dumbledore ni aunque apostara su alma. Y en cuanto a Jason... —Draco vaciló un momento—, no voy a decir que sea imposible, pero estuve con él casi todo el tiempo. Si hubiera hecho algo, créeme, lo sabría.

—Entonces alguien más debe haberlo hecho, y hay que encontrar a los responsables...

—Diggory, maldita sea, deja las investigaciones a los Aurores y al Ministerio. No estás ayudando a nadie, y lo único que vas a conseguir es meterte en problemas.

—¿Y en qué te afecta, Malfoy? Si me meto en problemas o no, eso es asunto mío, no tuyo.


Draco apretó los labios, intentando ocultar el tic nervioso en su ceja.

"Porque cada vez te veo más en mis malditas visiones y siempre terminas muerto. No quiero esa carga en mi conciencia, idiota". Pensó Draco, apretando los dientes, dejando escapar un suspiro antes de contestar.


—Porque tengo el presentimiento de que vas a terminar estorbándoles a mis amigos. —Mintió con frialdad, dando un paso hacia atrás. —Hazme caso, Diggory, estás perdiendo el tiempo. Deberías preocuparte por tus ÉXTASIS, ¿no querías entrar a la academia de Aurores? Tal vez pueda pedirle a mi prima, que es Aurora, que te dé un adelanto de lo que te espera. Pero este torneo no es tu problema.


Cedric lo observó, su mandíbula apretada como si quisiera replicar, pero Draco ya se estaba alejando, decidido a no darle oportunidad de continuar con la conversación.

Mientras tanto, en un salón de detención, Harry y Roy compartían un incómodo silencio. Sentados en extremos opuestos del aula, ninguno parecía dispuesto a romper la barrera invisible que los separaba. Ambos tenían frente a ellos el mismo desafío: un ensayo de transfiguración que debían entregar en unas horas, pero sus pensamientos estaban muy lejos del pergamino y la tinta. La tensión era palpable, una cuerda a punto de romperse.

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⏰ Última actualización: Jan 15 ⏰

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