Las olas se movían a mí alrededor. Chocaban contra mi piel como si yo fuera un enorme risco que se levantara en medio del océano, se apartaban y volvían a chocar creando una sinfonía de agua que me relajaba y que, combinada con el olor a jazmín me hacía sentir etéreo. Una masa sin forma que flotaba en medio del mundo como una canción que se mueve a través del eco de una caverna. Paso mi mano por mi cabello, jalándolo hacia atrás pues me cae sobre los ojos; un rayo gris que me cubre la vista. Paso el jabón sobre mi cuello y respiro el olor que deja a su paso sobre mi piel. Mi papá detesta que me bañe y más aun que lo haga en tina, pero a mí me gusta, me siento íntimo y solo y eso es bueno. Las patas de águila sostienen la bañera que es de un blanco imposible que parece irradiar una luz propia. La araña de metal del techo ilumina el baño que se me antoja enorme para ser sólo eso: un baño. He puesto velitas de jazmín alrededor y su olor dulce y un poco picante baña todo con una suave capa. Me siento tranquilo. Dentro de mí se ha calmado el mar de ayer, la pelea es algo pasado que ahora se me antoja tonta e inútil. Pero preocuparme por ella es inútil. Es atormentarme inútilmente y ya tengo bastantes tormentas en mi cabeza sin tener que agregar una más.
El vapor se cuela por mi piel y su tibieza se desliza por mi piel desnuda. Recargo mis huesudos hombros contra el borde de la tina y cierro los ojos. No sé cuánto tiempo llevo aquí pero no importa. No quiero salir, aun no. Es el lugar perfecto para pensar porque los pensamientos salen por la ventana arrastrados por el vapor.
He escondido la botella de bleue fée en mi cuarto, en un lugar que es tan bueno que no me preocupa que alguien entre mientras yo estoy aquí. Jamás la encontrarían. No tengo idea de cómo reaccionaría mi papá de encontrarla, supongo que mal, para sus ojos todas las cosas que hago y me gustan están mal. Está bien, allá él. Yo tengo mi bañera y el vapor, el agua y la tibieza. Tengo lo que necesito.
Y tengo a Virgilio.
Lo tengo a él con esos ojos que parecen no estar ahí. Que desvanecen en la luz y que brillan en la oscuridad. Tengo su amistad y su apoyo en todo lo que hago. Eso es lindo. Muy lindo de su parte.
Recuerdo como acarició mi cuerno y la sensación eléctrica que sentí descender desde mi cabeza hasta mi espalda. No recuerdo haberla sentido antes, jamás. Pero de un tiempo acá han sucedido cosas extrañas en mí. Las cosas ya no están donde las deje, mi cabeza tan segura sobre mis hombros ahora da vueltas y mis ojos ven el trasfondo de las cosas contra mi voluntad. Pero no solo hay cambios dentro de mí, sino también fuera. Mi habitación repleta de juguetes de acero y oro desaparecieron de la noche a la mañana. Mi casa parecía más bien un calabozo y no un castillo. Mis padres, mis celadores. Y eso me lastimaba porque ellos no cambiaban ni hacían las cosas para molestarme. Eran los mismos de siempre, quien estaba cambiando era yo.
Sumerjo la cabeza hasta los ojos dentro del agua.
Me lleva el tren.
Supongo que las cosas se mejorarán con el tiempo. Espero que así suceda porque últimamente no han hecho más que empeorar.
Y de nuevo Virgilio llega a mi cabeza. Apuesto a que no era feo en la vida real. ¿De dónde me dijo que era? ¿De Florencia? Eso está en Italia, según yo. Me gusta estar con él. Su risa me provoca felicidad a mí y verlo sonreír es... extraño. Sus dientes perfectos tienen un coqueteo natural que no puedo ignorar. Combinados con esos labios tan finos, como dibujados por un carboncillo, hacen que el estómago se me encoja.
Esos labios que en vida debieron haber besado a alguien.
Mi mano, involuntariamente comienza a bajar. Roza mi pecho desde el pectoral y desciende erizándome la piel hasta los canales del abdomen y, siguiendo el surco que delimita la pierna con la pelvis, bajan aun más. Recuerdo sus fantasmales dedos sobre mi cabello y el cariño con el que me agarra la cabeza. Suelto un suspiro. El agua se agita y yo sé que estoy haciendo mal pero no puedo controlarme. Está mal, muy mal, mal esta para mí. Pero se siente bien, se siente delicioso y sus labios son tan hermosos que me gustaría tenerlos contra los míos. Saben a vino y sus dedos recorren mis brazos, sujetándolos. Siento su cuerpo sobre mí, ligero y tibio. Se desliza haciéndome sentir culposamente increíble. Escucho sus palabras dulces al oído antes de que me bese el cuello. De que suba y me vuelva a besar debajo de la mandíbula. Que su mano suelte mi brazo para deslizarse hasta perderse entre el agua. Suelto un suspiro más y me retuerzo. Es su mano la que está haciendo esto, ya no es la mía y es tan delicado conmigo que me estremezco y al piel se me pone de gallina.
-Virgilio-susurro a la nada.
-Az-me susurra la nada de vuelta-. Az, eres hermoso.
-Tú lo eres más.
Su mano se mueve lentamente, muy lentamente para después pasar a un frenesí increíble que termina conmigo dejándome fuera de combate por varios minutos. Jadeando y sintiéndome en un limbo de placidez y culpa que sabe simplemente delicioso.
Unossegundos después abro los ojos para encontrarme con la nada. Porque nunca hubonadie más que yo y mi imaginación. Me levanto y el agua cae sobre la tina ysobre el tapete carmín. Tomo mi bata de un perchero de hierro y la abrocho enmi cintura. Dejo que las mueran y salgo del baño. Me vuelvo a echar el cabellohacia atrás e imagino que nada ha sucedido como ya lo he hecho antes. Muchasveces. c5{R
ESTÁS LEYENDO
El Diablo Entre Nosotros
FantasySus ojos negros, su cola puntiaguda y sus cuernos no ocultaban la belleza de esa cara bajo la cual se escondía una profunda tristeza.