Babel.

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Az miraba el cielo oscuro donde se proyectaban sus recuerdos como una película. Se sentía pesado, cansado pero sabría que no podría dormir. Sus manos temblaban y sentía un vacío al fondo de la garganta, como si en el lugar de su estómago hubiera un pozo sin agua.

Bajó del tejado y salió a la calle. Estaba ya oscuro, pero había varias personas caminando de un lado a otro. Personas, gente, vivos que iban de un lado a otro con pendientes que nunca acababan. Los envidió por eso. Él no tenía responsabilidades en ningún mundo, bien podría no hacer nada por años y nada sucedería. En cambio ellos vivían un día a la vez, sin la certeza de mañana.

Caminó a un teléfono de monedas y sacó un hoja doblada de su pantalón. Se la había dado Micah el día anterior por cualquier cosa, por si perdía o necesitaba indicaciones para llegar a su casa.

El timbre sonó sólo un par de veces.

-¿Bueno? –preguntó Micah con la voz pagada por el sueño.

-Hola, soy yo.

-¿Az? ¿Todo bien?

-Sí, sí –miraba su sombra proyectada contra el suelo por la luz de las farolas junto a él. Su vista se nublaba por la fijeza con la que la veía. Comenzaba a verle cuernos y cola.

-¿Az?

-Quiero que decirte algo.

-¿Qué sucede?

Hubo un silencio suave, interrumpido únicamente por el tic-tic que el cable de teléfono producía cada pocos segundos.

-Olvídalo.

-¿Qué sucede?

-Mañana si quieres ven a mi casa, aquí estaremos más tranquilo... o bueno, lo estaré yo.

-Claro, ¿dónde vives?

-Paso a tu casa por ti.

-¿Seguro? Yo puedo llegar.

-No, yo quiero ir por ti.

-Bueno, está bien. ¿Pero todo bien?

-Sí, sólo estoy... -dejó la frase sin acabar. No sabía como se sentía. Se sentía lleno, pero lleno de sentimientos y emociones, como si fuera a desbordarse de un momento a otro, y lo deseaba, quería liberarse de todo lo que llevaba encima-... todo bien. Perdón por romper el momento.

-No pasa nada, aun así me encantó estar contigo –contestó Micah mientras se ponía rojo al otro lado de la línea.

-A mi igual. Eres... lindo.

-Me gusta como besas.

-¿Cómo beso?

-Con mordidita.

-¿En serio? No me di cuenta. Espero que no te haya lastimado.

-No, para nada. Fue delicioso –Micah rio y, sin saber por qué, Az se puso rojo.

Los recuerdos de Az en Sodoma querían salir a flote para arruinar el momento, para hacerle sentirse culpable, pero la voz de Micah lograba hundirlos y, sin que se diera cuenta, Az los olvidó mientras hablaba.

-Quizás mañana –siguió Micah-, si quieres, podríamos ver películas y comer pizza o lo que tu gustes.

-Lo que gustes tú, a... a mi me gustas tú.

-Sí, pero no siempre vamos a hacer lo que quiera yo. También lo que tu quieras.

-Bueno.

-Entonces nos vemos mañana.

El Diablo Entre Nosotros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora