Lost in Paradise.

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-¿Qué fue lo que te pasó en la mano? Ay, Micah, ven acá.

-No es nada-gruñe Micah enterrando la cabeza en la almohada tratando de regresar a su sueño. La luz del pasillo se cuela a su cuarto como un rectángulo de color.

-¡Como no! Te pelaste la piel de los nudillos-la cara de su madre se contrae y sus ojos se abren-, ¿te peleaste con alguien?

-No, mamá, no pelee con nadie-su voz se escucha amortiguada por la almohada.

-Micah, si tienes problemas en la escuela lo mejor será que me digas, no quiero enterarme que te estás peleando o que alguien está abusando de ti.

-Ni digas la palabra "abusar, má. Se oye... feo.

-Pues dime entonces que te pasó, hijo.

Micah suspira y abre lentamente los ojos decidido a que su madre no lo dejará dormir. Se sienta en la cama y se cubre las piernas con el edredón.

-Nada, má, sólo...-miente. Su mano de verdad se ve mal. Tiene costras en cuatro de sus dedos y al estirarlos el ardor le corre por debajo de la piel hasta la muñeca-, choque con una pared para evitar a un grupo de chicos que se estaban empujando y pues, sin darse cuenta, me empujaron a mi también y como la pared era de tabique...

-Ay, mi bebé-su madre toma sus dedos entre sus manos y los examina-. Iré por agua y algodón, dame un momento.

-No, mamá.

-Espera, Micah, no quiero que se te infecte. Voy por agua.

-Espera, má, ¡mamá!-pero los pasos de su mamá ya está bajando las escaleras. Escucha sus talones golpear hasta llegar a la planta de abajo.

"Si me hubiera tapado con las cobijas hasta el cuello ella no se habría dado cuenta. No sé por qué siempre se da cuenta de todo. De todo-piensa Micah pasando sus manos sobre la cara y sintiendo el pecho libre-. Yo sentía una opresión en el pecho, pero ¿de qué era? Bueno, el hijo de pu... Az me hizo rabiar bastante al final, tanto que hasta el estómago me dolió, pero eso no era lo que me sucedía. ¿Qué era? Era algo con el pasado que ahora estaba en el presente y que... ¡Mierda!".

Súbitamente recuerda esos ojos verdes tóxico y el enorme pecho de Jerry que abarca toda su visión. Se arrepiente de haber recordado, pues las presión en el pecho regresa y, mezclada con el aletargamiento del sueño, se hace más pesada.

-A ver, Micah -regresa su madre con un bote pequeño de cristal y un paquete de gasas.

-No, mamá, déjalo así. No se va a infectar.

-Dame la mano, Micah, vamos-mira a su madre. Esa sensación de ternura y amor le hacen estirar los dedos-, más vale estar seguros, ¿o no?

-Supongo.

Su madre abre un paquete de gasas y le aplica el líquido de la botella. Micah cierra los ojos cuando siente el frío en la mano, esperando un escozor que nunca llega. Mira a su madre sorprendido y ella sonríe con una mirada cansada.

-Hoy en la iglesia justo hablamos de los jóvenes-comienza su madre mientras talla poco a poco los nudillos de Micah-, de cómo ahora tienen tanta presión social y que están expuestos a tantas, tantas cosas malas. Y no sólo a las drogas, aunque ¿sabías que ya hay una nueva droga llamada Cristal que la hacen con cabezas de cerillos mezcladas con acetona? Los jóvenes la fuman y se sienten idos, alteran sus sentidos y no perciben la realidad ¡Es espantoso!-sacude su cabeza de un lado a otro-, pero ese no es el punto. Aparte de las drogas hay cientos de cosas horribles que suceden en el mundo de os jóvenes. El pastor dedicó la oración a ustedes hoy.

El Diablo Entre Nosotros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora