Al día siguiente lo primero que Az nota es el sol quemándole los ojos a través de los párpados. Los abre instintivamente y la intensidad le lastima severamente. Se los cube con ambas manos mientras suelta un gemido. Nunca había visto un amanecer real con un sol real, él estaba acostumbrado a la ligera luminosidad natural del Infierno y la oscuridad de su casa. Los ojos le pican y siente pulsaciones en el lóbulo frontal de la cabeza. Poco a poco comienza a abrir los ojos, siente que en cualquier momento comenzará a llorar sangre, pero no lo hace. Se sienta y siente sus pies colgar, mira al suelo que se extiende muchos metros debajo de él. Sin inmutarse se estira y toma los tubos de la grúa como guía para bajar. El viento es menor que en la noche así que no tiene problemas. La construcción sigue desierta como en la noche, pero algo le dice que no seguirá así por mucho tiempo. Brinca la reja por la que ha entrado y cae en la acera.
"Vaya, así que esto es un día de verdad -se dice mientras sonríe-. Y pensar que he vivido en las tinieblas todo este tiempo cuando podía disfrutar de esto -mira a una pareja de chicas correr a su lado con los audífonos puestos y la ropa fluorescente. El pelo les brinca sobre la espalda amarrado en una cola de caballo-. Esto, que me pertenece más a mí que a los humanos. Bien pude haber estado ciego toda la vida y ahora es como si abriera los ojos por primera vez -se acerca a un sauce al lado de la calle, en el jardín frontal de un hotel y pasa la mano sobre sus ramas tristes-. Todo está tan lleno de color, como si estuviera vivo y respirara -sonríe y aprieta la ramita que comienza a crepitar en su puño cerrado emanando humo-. Esto será hermoso -ríe contento mientras enfila de nuevo hacia el este".
Sube la colina de la carretera hasta que termina la zona hotelera. No pasa mucho tiempo cuando las luces azules y rojas le alumbran la cara. Reconoce esas luces, las vio una vez en la película Goodfellas de mil novecientos noventa, dirigida por Scorsese. Recuerda esa noche, afuera caía lluvia nebular y el sonido que hacía al chocar contra la tierra del suelo se le hacía muy relajante, casi tanto como cuando...
Az sacude la cabeza alejando los pensamientos de su cabeza y frunciendo el ceño. No recordamos eso, ¿verdad, Az? Esos pensamientos están prohibidos. Poco después de la muerte de Virgilio -asesinato-, Az había quemado su cristal junto con sus libros, sus cuadernos llenos de historias y dibujos, sus carboncillos y en general todo lo que le recordara a Virgilio. Recuerda el fuego en su escondite bajo las baldosas del suelo, parecía una pequeña fogata que llenaba de humo su habitación. El cristal de la tablet fue el que más le impresionó al arder. El plástico fundido cayó sobre su piel, deformándola con gotas negras y ardientes que mezclaban el aroma del plástico quemado con el de la carne. Sentía un ligero dolor, pero no importaba, es más, quería que fuera mayor, que le incendiara por completo y lo dejara ver a Virgilio. Su cuarto pronto se convirtió en una cámara de gases tóxicos que tardó varios días en disiparse por completo. La piel de sus manos se había regenerado como si nada hubiera pasado. Az no tenía ni siquiera el lujo de poder recordar con cicatrices.
-No puede pasar, joven-dice la voz de policía propietario de la patrulla que emite las luces rojas y azules. Lleva lentes oscuros y sus brazos desnudos cargan un viejo fusil raspado y desgastado del cargador.
-Oh, lo siento, es que mi casa está del otro lado de la carretera-miente Az poniendo su cara más sorprendida-. En el fraccionamiento Marlín. Es que verá, pasé la noche en uno de los hoteles de la costa. Pronto será mi cumpleaños y el hotel Hilton siempre da promociones, por ejemplo, ayer me dieron un veinte por ciento de descuento...
-Pásele rápido-interrumpe el oficial mientras levanta la cinta amarilla y mira que no esté el comandante. No escuchó lo que dijo Az, pero la seguridad de sus palabras y sus ojos fijos le hicieron confiar en él.
-¿Qué pasó? ¿Por qué hay tantas patrullas y hombres armados?
-Es confidencial-la cara morena del policía parece de piedra. Las cejas duras, los labios apretados.
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El Diablo Entre Nosotros
FantasySus ojos negros, su cola puntiaguda y sus cuernos no ocultaban la belleza de esa cara bajo la cual se escondía una profunda tristeza.