Micah está cambiándose en los vestidores. Se pone el traje de baño al revés. Cierra los ojos y se lo quita. De nuevo se lo acomoda. Ve la costura que le hizo Az y siente una comprensión en el corazón. Es traje de la suerte, pero eso no evita que lo tire a la basura y se ponga otro que saca de su maleta.
Afuera los padres comienzan a echar vítores. Faltan diez minutos para comenzar. Micah no siente que pueda terminar y en su cabeza sólo ronda la imagen de él boca abajo, siendo sacado por el salvavidas.
Respira y se seca las lágrimas. Se suena la nariz. Sale de los vestidores y ve las gradas abarrotadas de gente. No está Az por ninguna parte.
Toma su lugar en la plataforma número dos y se pone el gorro. Al fin y al cabo es la última vez que se meterá al agua. Quizás debería divertirse un poco.
Los minutos pasan en el reloj con número rojos y cuando dan la salida con una bocina de aire, Micah se lanza con fuerza. Desde las gradas lo apoyan Brenda y Nelly, pero él no las ve, sólo mira el agua que se abre paso frente a él, que da espacio para que él triunfe y se pierna entre las olas que él mismo hace.
Es tan ajeno al mundo que no sabe que en los vestidores lo espera Mauricio con una navaja en el bolsillo.
Termina los primeros cien metros, hace una vuelta de barril y se lanza como una lanza hacia el frente con todo el impulso que puede. Lo está disfrutando. Deja de pensar en Az, en su madre, en su vida, en lo que suceda después de esta. Sólo existe el agua, el agua y la respiración.
Silvia aparece entre las gradas. Se sienta en la parte superior donde nadie la vea. Junto a ella está el pastor Roberto Rivera y el baterista de Rockeros de Cristo. Van a esperar a que termine la carrera para intervenir.
El entrenador mira a Micah con ojos como platos. Es indudable que vaya a ganar. Está a la delantera y al parecer lo impulsa alguna emoción violenta, porque sus brazadas golpean el agua con furia.
Están todos reunidos. Sólo existe ese momento y nadie se percata de la sombra que entra por la puerta más que Mauricio.
Az entra y se cae por el esfuerzo que le ha costado llegar hasta aquí. Tiene la ropa quemada y el rostro manchado de negro. Se levanta como puede, pero Mauricio está tan cerca de él.
Az mira hacia la piscina con la amenaza que ha hecho su padre rebotando en sus oídos. Quiere que Micah gane. Extiende una mano para darle impulso con telequinesis, pero no ve por ningún lado el speedo negro de la suerte y todos se ven tan parecidos.
Se acerca un poco más. Tose pues sus pulmones están llenos de humos y entonces ve el mismo traje que usara él el día anterior. Es Micah, está seguro. Extiende de nuevo el brazo y justo cuando el impulso extrasensorial está por ser lanzado, una navaja se le clava en la axila.
El impulso ayuda al competidor del carril número tres quien toca la meta un segundo antes que Micah.
Todo ha terminado.
El futuro de Micah está truncado.
Una profecía más que se cumple gracias a Az, quien está tan molesto y desquiciado por todo lo que significa ser él y ser como es, que toma la navaja de la axila y sin ningún reparo la clava en el cuello a Mauricio. Él emite un gruñido desagradable. Az mostrando los dientes le da una vuelta a la navaja como si estuviera degollando a un animal. La retira y entonces se da cuenta de que ha hecho.
Ya no es un chico desaliñado y sucio con la mirada perdida y los sentidos distorsionados. Es Mauricio, con el cabello dorado y la sonrisa pulcra, con su celular en las manos, preguntándole a Az si quiere comer con él y Micah para que no esté solo el primer día de clases. Y está muerto. Su sangre se esparce por las baldosas, roja y tibia, pero su cuerpo ya no se mueve.
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El Diablo Entre Nosotros
FantasySus ojos negros, su cola puntiaguda y sus cuernos no ocultaban la belleza de esa cara bajo la cual se escondía una profunda tristeza.