Crystals.

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Az y Micah se quedaron hasta tarde en la biblioteca y agradecieron tener bastante tiempo para entregar el proyecto pues, si lo hubieran aplazado hasta los últimos días lo más posible sería que no quedara terminado. Ahora, con tres semanas para entregarlo apenas y los tiempos encajaban.

Entre libros y diccionarios, su plática asemeja a un desierto; no hay más que lo necesario para que exista un dejo de vida que demuestre que la tierra no está muerta. Az piensa, más de una vez, que él nada tiene que estar haciendo por la escuela, por Micah ni por nadie. Él no necesita hundirse en los banales problemas humanos y justo eso es lo que está haciendo. Se pregunta qué haría su padre y qué pensaría que su único hijo se juntara con las criaturas que más detesta. Seguramente estaría furioso, es muy probables que lo esté en este momento porque su padre es tan aferrado y necio como él y nunca dejaría que su hijo ganara una batalla, por minúscula que esta fuere.

Az piensa si en su cuerpo corre la misma sangre fría y negra que la suya y si, en el futuro, se convertirá en lo mismo que él.

-Monstruo-espeta Micah. Bajo la iluminación de la lámpara con pantalla verde su cara se ve llena de sombras. Sus ojos se ven grandes y redondos y sus labios son una delgada línea sombreada.

-¿Qué?-pregunta Az sobresaltado.

-Que monstruo en inglés es Monster, ¿cierto?

-Ah, sí. ¿Por? No estamos hablando de monstruos ni nada por el estilo.

-Estaba buscando una canción-agrega Micah señalando su celular.

-Oh, ya.

-Y a ti... ¿Te gusta la música?-pregunta de nuevo Micah. Habla lentamente, asemejándose a un ciervo que ve a un humano con la mano extendida.

-La verdad es que no.

-Ah, bueno.

Continúan en silencio, cada chico con sus pensamientos individuales y encerrados en su cabeza, tan saturada por sus propios problemas que amenazan con explotar. Pero nunca lo hacen, sino que continúan sumiéndolos dentro de sí mismo, haciéndoles parecer que los problemas son más grandes que ellos. Y hablar es una válvula que no da abasto para liberar esa tensión.

Mundos tan diferentes, pero sensaciones tan parecidas.

-Antes solía gustarme-agrega Az con un hilo de voz apenas audible-, pero no más.

-¿Por?-pregunta Micah tratando de ver a su extraño compañero de reojo.

-Pues simplemente ya nunca me gustó. Te digo esto para que no pienses que soy un anormal que detesta la música. ¡Claro que me gustaba! Pero ahora no es lo mismo que antes.

"Ahora la música me recuerda a Virgilio, y Virgilio ya no existe."

-Nunca pensé que fueras un anormal-contesta Micah levantando sólo un segundo la mirada.

Az no contesta, se remite a mirarlo y continuar leyendo el libro que tiene entre manos. Afuera el anochecer comienza a luchar por entrar a la biblioteca, pero las centinelas de las lámparas no dejan de dar batalla. Escucha entonces que abren la puerta principal y las risas de un montón de niñas de último grado de secundaria llegan hasta sus oídos. Espera que se den cuenta de donde están y baje la voz, pero, al parecer son ciegas o imbéciles, pues continúan hablando y riendo como si estuvieran en un receso cualquiera. Az mira sobre su hombro para mirarlas. Son tres, una alta de cabello oscuro y dos bajitas con el cabello teñido de rubio que contrasta muy mal con el color de su tez.

-Ay, ya sé. Me cagan sus tareas. Neta ya les dije a mis papás que me cambien al Colegio Reis para la preparatoria-la voz de la alta puede escucharse por los pasillos enteros, rebotando contra los anaqueles y volviendo a su origen, esos labios pintados de un rosa vulgar.

El Diablo Entre Nosotros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora