Nightwish.

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Después de terminar con la sesión de odio con papá, regreso a mi cuarto. No pasa mucho tiempo hasta que llega la hora de cenar. En la mesa lo veo a la cabecera de le enorme mesa. Come con decencia, levantando la cuchara y casi cerrando los ojos mientras traga. Quién diría que es el ser más despreciable de todos los tiempos. Su cara es tranquila cómo un lago en medio de un bosque. Sus arrugas apenas visibles sólo contribuyen a hacerlo parecer alguien afable y carismático. Me estremece la comparación de lo que parece y lo que ha hecho. No soy ajeno a su papel en el mundo humano, sé que hace cosas sólo porque sí, porque al parecer es lo único que sabe hacer o lo que más le gusta. Últimamente está más calmado, estos últimos siglos se ha apaciguado un poco, pero antes... antes era algo así como un torbellino alcohólico y su presencia en la tierra de los humanos se notaba por todas partes. Creo que fue su mejor época; la peste negra, el incendio de Europa, la Inquisición, la Conquista, el oscurantismo, las plagas que se transportaban a diestra y siniestra a través de barcos malolientes. Estaba en cada rincón oscuro, en cada par de ojos cerrado, esperando a que le dieran la espalda para atacar de nuevo como si de una ametralladora se tratara. Casi puedo verlo disparando con la cara desencaja y los dientes -colmillos- reflejados por las explosiones del cañón. Acribillando a todos los humanos mientras se ríe como un desquiciado. Debe estar preparando su siguiente estocada, pero no quiero saber qué es. Las cosas que hace en el mundo humano son cosa de él, yo me remito a fingir que no veo ni escucho nada, como el hijo de un alcohólico que encuentra la botella de su padre en el tanque del inodoro y se remite a dejarla donde está, salir y fingir que todo está bien.

Pobres de los humanos, me da un poco de pena su situación.

-¿Qué piensas?

-¿Eh?-me quito la mano de la barbilla y vuelvo al mundo real en picada.

-Llevas así desde que te sentaste, ¿qué es lo que piensas?-pregunta mi madre mientras se sirve más agua de nube en su copa.

-Oh, en nada en particular-digo y muevo la sopa con la cuchara-, dieciséis mil uno. Es mucho número.

-Ya te dije que no pienses en esas cosas. Eres muy chico para preocuparte por tu edad. Eso déjalo a nosotros los viejos, o no ¿Lu?

-¿Eh?-pregunta mi padre levantando la vista del plato.

-Son igualitos-sacude la cabeza mi mamá.

-No-decimos mi padre y yo al mismo tiempo y después nos volteamos a ver mutuamente.

-Como dos gotas de agua.

-¿Mañana a qué hora va a empezar todo?-desvío la plática para dejar las comparaciones de lado.

-Al alba comenzarán a llegar algunos invitados.

-¿Alguno que conozca yo?

-Pues vendrá Iblís, Baal, Tuktuk, Nibján, Demos y Azaroth. En la noche vendrán más, pero no estoy segura de quienes.

-Entonces ningún conocido.

-Ay ¿no te acuerdas de Iblís? Él te llevaba en su elefante de guerra por las montañas del norte para que vieras los rayos.

-Eso fue en la época de la canica, má. ¡Creo por los hebreos!

-Griegos.

-¡Peor! Si apenas y me acuerdo que hice ayer-digo y bebo un sorbo de agua tratando de recordar los demás nombres, pero ninguno me suena. ¿Cuándo aprenderán mis papás que sus amistades no son mías?-. Me acuerdo de una Mime.

-¡Tzitzimime! Ella también viene, pero en la noche. ¿Cómo te acuerdas de ella?

-Tenía una armadura de jade muy hermosa-digo y recuerdo que le pedí que me enseñara a hacer una armadura así en tela, ella sonrío con el rostro manchado de sangre y la espada de obsidiana en una mano. Me dijo que era imposible hacerla, pero que me conseguiría una cuando pudiera. La emoción que sentí al imaginarme en esa armadura verde que servía para destruir al sol me hizo saltar. Obviamente era una mentira, yo no era más que un niñato tonto en esa época que ahora se me antoja demasiado lejana y borrosa-. Ella era de la época de los aztecas ¿no?

El Diablo Entre Nosotros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora