Dentro de mi cuarto busco mi pijama de seda. La bata cae a mis pies y siento una corriente fría que me acaricia la piel mojada. Busco algo de ropa interior en el baúl a los pies de la cama pero desecho la idea y cierro la tapa con un golpe del pie. Mi pijama se ve muy suave y quiero usarla sobre la piel si nada que se interponga.
Ya vestido y sintiendo cosquillas en zonas de mi cuerpo que antes estaban privadas de estas sensaciones, me siento sobre mi cama, pongo un montón de cobijas a mi espalda y saca un libro de entre la pared y la mesa de noche. Aguzo el oído para saber que no viene ninguno de mis papás y me pongo a leer.
...trepó la escalinata de madera. Uno de sus pies entonces venció el suelo debajo de él y se hundió, impidiéndole seguir su carrera y acortando la distancia entre él y el dragón, el cual se escuchaba peligrosamente cerca. Henry lo sentía en el pecho, como un tambor de guerra, acercándose más y más hasta ver en la pared que torcía a la derecha un resplandor amarillo: una llamarada. Se quitó entonces el casco que comenzaba a asfixiarlo y saco su espada. El pie no salía del agujero y su mente comenzaba a hacerse borrosa por el miedo. Él no era un caballero y, cuando se proponía a serlo, le pasaba esto. Jalaba y jalaba pero parecía arena movediza. Giró su cabeza una vez más para ver que tan cerca estaba el dragón y se arrepintió cuando vio esos enormes ojos negros, sin corneas, negros como un pozo, como una noche inmensa que consume todo.
Como los míos, pienso al momento que cambio de página. Las sábanas hacen un círculo alrededor de mí. Las antorchas junto a mi cama no se mueven, como si el fuego fuera estático.
-No quiero morir, no quiero morir-se repetía Henry una y otra vez mientras recordaba la mirada del rey, quien desafortunadamente era su padre. Su mirada desaprobatoria que lo miraba desde abajo mientras él trepaba a su caballo. Recuerda fugazmente ese pinchazo en el estómago cuando sacudió la mano, como si tuviera cosas mejores que hacer.
-Deja que el niño haga lo que quiera-le había dicho a su madre antes de darse la vuelta-. Eso lo mantendrá ocupado por un rato.
Henry se quedó entonces mirando la escalera que se extendía ante él. Era como una escalera al cielo pero su peso era tanto que tenía que estar pegado a la tierra, sin poder volar, sin poder superar la sombra de padre. ¿De verdad valía la pena subirla? Pesaba mientras sujetaba con fuerza la espada. ¿De verdad valdría el sacrificio? ¿Ser cojo sólo para volver a ver la cara de su padre al enseñarle la cabeza del dragón?
Siento un escalofrío que me recorre el cuerpo completo. Mi piel se hace grumosa y siento un frío tremendo.
Hay libros que parecen oráculos. Llegan a tu vida por casualidad, por coincidencia y terminan siendo los que se quedan para siempre dentro de ti. Te transforman hasta tal punto que sientes que te vas a quebrar y cada vez que pasas una página, es como si vieras un día en tu pasado. El personaje eres tú y llega a un punta la historia en que se une con tu presente. Hay una intersección en la historia y, cuando cambies la página, sabrás que hay en tu futuro. Y eso es difícil de leer. Es avasallador y aplastante, como si las letras fueran plomo. No sabes si desistir o continuar y el estómago se te revuelve.
Cierro el libro, o mejor dicho, lo azoto y lo lanzo por la cama. Llevo mis pies a mi pecho y miro fijamente al libro para que no vuelva a mí. Para que no saque patas y dientes de entre sus hojas y me amenace para terminarlo.
Maldito Marcus Gold, lo volvió a hacer. Volvió a retratarme en un personaje con el que no quiero tener relación, pero es como si se hubiera inspirado en mí. No quiero saber mi futuro. No quiero ver a rey como a mi padre ni al dragón que me persigue como el futuro. No quiero y nadie me va a obligar. NADIE.
Dos minutos después encuentro la página y sigo leyendo con la frente perlada y el corazón en los oídos. No quiero hacerlo, de verdad que no, pero agh.
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El Diablo Entre Nosotros
FantasiSus ojos negros, su cola puntiaguda y sus cuernos no ocultaban la belleza de esa cara bajo la cual se escondía una profunda tristeza.