-Bueno, jóvenes, creo que somos los mismos de la secundaria, ¿no? No hay nadie nuevo, incluso creo que me falta alguien.
-Susana se fue de la escuela, profe.
-Oh, sí, ¿y por qué? ¿No saben?
-Su papá consiguió trabajo en la Ciudad de México y se fueron para allá en las vacaciones.
-Ay la ciudad-dice Mario quien se ha cambiando la corbata con el logo de Escuela Continental por una sobria camisa-, yo no podría vivir en la ciudad, ni en Chilpancingo si quiera. No, lo mío es el mar, la costa. ¿Se imaginan despertar con bocinazos en lugar de las olas, de los pájaros? ¿O en lugar de ver los atardeceres tan bonitos que tenemos, ver el cielo gris y contaminado? No, yo no podía, me muero antes de irme a la ciudad-se aclara la garganta y abre su mochila para sacar un folder lleno de papeles y listas-. Bueno, vamos a pasar lis...
-¿Puedo pasar?-pregunta una sombra en la puerta. La vista de todos los alumnos voltea instintivamente. Az los mira de vuelta con el ceño fruncido y mentalmente preguntándoles ¿qué me ven?
-¿Por qué tan tarde, señor Azael?-dice Mario girando su silla para verlo como el resto de la clase.
-No tenía despertador para levantarme.
-¿Y no pudo poner su celular? Nunca sueltan los celulares, ustedes los jóvenes, pero cuando de verdad lo necesitan...
-No tengo celular tampoco.
-Oh-el profesor asiente y regresa la vista a la lista-, eso es algo bueno, me alegra, señor Azael. Lo voy a dejar pasar por ser el primer día, pero trate de llegar más temprano y de comprar un despertador.
Az, más que caminar, se desliza por el aire como si no pesara. Trae la playera blanca que compró en ¡Ay güey! La cual se amarra con un listón bajo el cuello el cual se sacude a cada paso que da. Mira entre los asientos, buscando dos sillas que estén libres. Una para él y una para el morral que compró el día anterior dónde guarda una libreta y una pluma fuente (no es posible que no tengan plumas de ganso por ninguna parte, que desfachatez).
Encuentra una silla solitaria, pero está justo en frente del profesor, la otra opción es sentarse con el chico con acné y cabello grasoso del fondo del salón. Elije la silla frente al profesor.
-¿Dónde iba? Sí, ¿Álvarez?
-Presente.
-¿Ballesteros?
-Presente, profe.
-¿Barbosa?
-Aquí, profe.
-Pinche pirata-susurra una voz en la parte trasera del salón. Risas ahogadas suenan a su alrededor mientras el profesor continúa.
-¿Castro?
-Yo.
-¿Colinas?
-Aquí, profe.
-¿Corazón de León?
-Yo-dice Az levantando la cabeza de la banca a la cual se aferra como lo haría un gato con tal de no caer a una tina llena de agua. Toda esta gente lo pone tenso y le hace preguntarse si ha hecho bien en huir al mundo humano.
Mario pone una paloma en su lista y baja el dedo al apellido Costas, pero, sin embargo, deja la pluma y cruza los brazos mientras se echa para atrás en su silla.
-¿Por qué no nos platica algo de usted, señor Azael?
-¿Cómo qué?-aprieta los dientes al hablar.
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El Diablo Entre Nosotros
FantasíaSus ojos negros, su cola puntiaguda y sus cuernos no ocultaban la belleza de esa cara bajo la cual se escondía una profunda tristeza.