Gracias al ruido de la máquina de coser mis pensamientos se silencian poco a poco. Es una Singer vieja, muy vieja. Es de metal pintado de negro y el pedal es de hierro. La camisa que le voy a hacer a papá debe estar increíble. Usaré varios tipos de tela y diferentes técnicas y para conseguir algo que de verdad le despierte admiración por mí.
El tiempo se pasa volando y antes de que me dé cuenta ya tengo que encender las antorchas de la pared. Casi he terminado, sólo necesito hacer las muescas de los botones. Es una camisa muy bonita, honestamente. Es azul océano y tiene pequeños detalles en hilo de oro –que las arranqué a otra camisa mía que hacía años que no me ponía, porque de lo contrarío habría terminado en una semana-. Los puños son anchos y terminan en cuchilla. Se le verá increíble con unas mancuernillas. Lanzó un fuerte suspiro cuando termino y me levanto. Enderezo la espalda y me doy cuenta de que llevo mucho rato en la misma posición pues mis huesos se despliegan adoloridos. Afuera de la ventana todo es oscuro, el bosque no se diferencia del cielo más que cuando cae un trueno mudo. Tomo la camisa entre las manos y salgo. Llego al comedor pero está vacío. Entro a la cocina y veo a mamá junto la mesa de madera preparando sólo dos platos.
-¿Y papá?-le pregunto.
-Ay, pero que guapo-dice refiriéndose a mi cabello, desde que llegué me encerré en mi cuarto-, te ves mil veces mejor-deja los platos y se acerca para pasarme la mano por el cabello-. Ahora si quisiera ya no te podría jalar del mechón.
Cuando retira su mano sacudo la cabeza para acomodar el corto cabello en su posición original.
-¿A dónde fue papá?-repito.
-Fue a los círculos superiores, le hablaron esta tarde y creo que no regresara hasta mañana. Estaba con la cara descompuesta-continúa mientras hace un ademán con la mano-, no sé qué le dijo el mensajero que vino.
-¿Estaba muy molesto?-pregunto mientras me acerco a la mesa y tomo un pan.
-No molesto-mi madre mira al techo como si ahí estuviera la respuesta-, estaba como... harto. Y no me sorprende, los círculos superiores son un desastre en todo sentido-sacude la cabeza y continúa-: Te hice ensalada de lechuga con manzana. Ahí está la salsa que hiciste en la mañana por si le quieres poner.
-La hicimos juntos-contesto, ido. Lanzando y atrapando el pan en una mano.
Si por lo menos papá estuviera aquí podría saber si esa cara era por mí o por otra cosa. El tener que llevar esto a cuestas toda la noche hasta que regrese me hace perder el apetito.
-¿Quieres que comamos en la mesa?-me pregunta mi mamá con una sonrisa mientras se sirve un vaso con agua de nube.
-Sí, vamos.
A pesar de que la ensalada sabe muy bien, no como mucha. La plática que mi mamá se esfuerza por crear termina muy rápido al darse cuenta que no estoy de muy buen humor.
-¿Para qué querías a tu papá?-dice como último recurso.
Le paso la camisa por la mesa y ella la toma entre manos. La extiende frente a ella y luego la pone a un costado para apreciarla mejor, como un torero.
-¿La hiciste tú?-me dice con el rostro brillante.
-Sí, compré tela cuando fui a cortarme el cabello.
-Es muy bella, Az-dice pasando los dedos sobre los botones-, te quedó preciosa. Pero...-sus dedos se detienen.
-Pero...-le doy vueltas al cuchillo de oro a mi derecha.
-Creo que a tu papá le encantará-no me mira a los ojos mientras habla-, de verdad que sí. Hace unos días me dijo que ya necesitaba ropa nueva.
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El Diablo Entre Nosotros
FantasySus ojos negros, su cola puntiaguda y sus cuernos no ocultaban la belleza de esa cara bajo la cual se escondía una profunda tristeza.