Az escucha atentamente. La misma historia que sale en las noticas todas las mañanas. Mario iba caminando después del trabajo, alguien se le acerca, forcejean y es él quien termina con una puñalada en el vientre.
No hubo gran cosa. Una averiguación previa, un velorio modesto, una urna sencilla y así, sin más, una persona que antes se sentaba en las mesas y ayudaba a Az a aceptar su homosexualidad había dejado de existir.
Raúl tenía los ojos rojos de tanto llorar y a pesar de que gimoteaba mientras hablaba con Az, sus ojos ya no sacaban lágrimas.
-He llorado y llorado y creo que ya no tengo más lágrimas. No logro aceptarlo. Siento que en cualquier momento llegará, abrirá la puerta y me dirá "Hola, amor, ya llegué, ¿Cómo te fue hoy?". Y una parte de mí sabe que eso es mentira. Que la puerta no se abrirá más, que nunca volveré a escuchar su voz, que Mario está aquí adentró, dentro de esa urna hecho polvo. Sin poder moverse, sin hablar. Y eso horrible. Me vuelvo loco, no puedo dormir y es cuando le leo tus poemas. Siento que eso le gustaría, pero no estoy seguro. Ya nada es seguro. Pero que me importa. Fantasear no es un crimen, y yo fantaseo que me escucha y que le gusta.
Az no dice nada. Sólo siente un dolor en el estómago. Una parte de él quiero llorar y otra irse de ahí. Así que hace ambas cosas.
Sale corriendo con las lágrimas en los ojos. Si no se hubiera ese día con Mauricio a aprovecharse de él quizás hubiera podido despediré, Dios, quizás hubiera podido atrasarlo un poco y que, quien lo mató, se hubiera cruzado con alguien más.
Su respiración se corta y se hace pausada. Le duele, le duele el estómago. Sabe que nunca más le dirá lo agradecido que está con él por todo lo que hizo, que nunca lo verá sonreír de nuevo, ni decirle que gracias a sus consejos se había aceptado. Nada. Y era su culpa.
**
Micah había terminado el día escolar. Se la había pasado extremadamente bien con Brenda y Nelly. Eran muy lindas y tenían bastantes cosas en común. Con ellas sería menos pesado el resto del año escolar.
Entró en la piscina y el entrenador lo vio. Se acercó a él a grandes zancadas y le comenzó a gritar, preguntándole porque había faltado. Micah respondió que no había una justificación verdadera, pero que había entrenado nadando en el mar.
-No es lo mismo el mar que una piscina techada.
-Lo sé, pero aun así quise hacerlo. De verdad quiero competir entrenador. Amo el agua y daré mi máximo. Como si fuera la última vez.
El entrenador continúo regañándolo por varios minutos, pero al final, como Micah había supuesto, lo dejó entrar en la eliminatoria. Quien ganara se iría al campeonato donde el ganador seguramente sería seleccionado para ingresar en los Juegos Olímpicos. Pero para eso aun faltaba bastante tiempo.
Micah firmó varios formularios y tomó lista. El inicio de la eliminatoria sería a las siete. Eso le daba el tiempo perfecto para ir a casa de Az y regresar para entrenar un poco.
Saludó a sus compañeros, quienes estaban con sus familias. Micah sintió una punzada de remordimiento, pero lo último que necesitaba era que su madre apareciera por ahí. No quería volver a verla nunca, pero lo haría.
Echó a andar a casa de Az. El cielo comenzaba a oscurecer por el horario. El rojo comenzó a tornarse azul y morado.
Subió los escalones y tocó la puerta.
Az abrió sólo un poco.
-Hola, amor. Ya regresé.
-No puedes pasar, Micah –fue su seca respuesta.
Micah se sobresaltó e inclinó la cabeza.
-¿Por? ¿Todo bien?
-Te voy a pedir que te vayas. Por favor. No quiero que estés aquí.
-¿Qué pasa, Az?
-Nada, sólo... lárgate de aquí y no vuelvas.
El corazón de Micah se estrujaba más y más. Su pecho dolía y se preguntaba que había hecho mal.
-Az... por favor, ¿qué sucede?
Az le cerró la puerta en la cara. Sus pasos se escucharon al alejarse y después volvieron.
-Toma tus cosas –aventó la mochila de Micah al pasillo y volvió a cerrar la puerta haciendo vibrar todas las paredes.
Micah se quedó en el pasillo. Tomó sus cosas y salió a la calle con la cara descompuesta. Se sentó en la banqueta. Puso la cara entre las manos y lloró como aquella noche en el puente peatonal.
Ya no tenía nada ni a nadie. Quizás lo mejor sería nadar y olvidarse de todo de una vez. Pero se sentía tan débil y tan cansado que no podía pararse.
Necesita a Az, necesitaba que lo ayudara.
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El Diablo Entre Nosotros
FantasíaSus ojos negros, su cola puntiaguda y sus cuernos no ocultaban la belleza de esa cara bajo la cual se escondía una profunda tristeza.