Ghoul.

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Era una mañana cálida. El cielo poco a poco transformaba la negrura en un tenue y hermoso color azul que no dejaba de aclararse. Las nubes se movían rápidamente, tanto, que se lograba ver su movimiento opaco contra la leve luz del cielo.

Los estudiantes salían de sus casas lanzando bostezos y con los ojos entrecerrados. Era demasiado temprano para pensar en problemas, en responsabilidades que fueran más allá de entregar el proyecto de biología o hacer los problemas de física.

Pero había un chico que llevaba la noche entera sin dormir. Caminaba rápidamente con una mochila al hombro, casi tan grande como él. Sus pasos eran nerviosos y miraba en todas direcciones como si alguien lo fuera siguiendo. Entró en la escuela y ahora ya no se sentía seguro ahí. Miraba a sus compañeros platicar, correr, despedirse de sus padres en la entrada. No podía hacer nada más que preguntarse "¿Cuándo cambió mi vida?". Ahora esas simples acciones de un chico de preparatoria se veían tan, tan lejanas. Como si fueran el recuerdo de un antepasado y no suyo.

Se sentó en el lugar de siempre y espero.

La ansiedad lo recorría como una ráfaga de frío. Caminaba de un lado a otro por el salón con los brazos cruzados sobre el pecho. Miraba por la ventana, pero ninguna de las dos personas que esperaba llegaba.

Fue entonces cuando Az apareció por la puerta. Micah volteó la mirada y corrió hacia él. Lo abrazó con fuerza. Pegó su cara a su pecho y sus ojos se cerraron, evitando que las lágrimas salieran. Sus manos se encontraron sujetas en la espalda de Az. Y él, poco a poco, sin saber que sucedía, tomo en sus manos la cabeza de Micah y comenzó a acariciarle el cabello.

-Micah, ¿qué sucede? –preguntó sin dejar de acariciarlo. Su cabeza le llegaba a la altura del pecho, en el cual sentía los gimoteos que trataba de reprimir.

"Pensé que nunca más querría hablarme, incluso pensé que se había tomado la semana sólo para no tener que mirarme después de lo que hice. ¿Qué significa esto? ¿Es un bluff? ¿Una simple muestra de ternura antes de un adiós que durará toda la vida? ¿Qué es?"

-Micah, tranquilo, respira. Dime que sucede, ¿qué pasa? –cuidaba sus palabras como quien camina por un suelo minado.

-Sólo... abrázame, por favor. Es lo único que necesito. Estoy... bien –se pasó la mano por los ojos-. De verdad, pero abrázame.

Az lo hizo. Reprimió el enojo que crecía en su pecho por no saber que carajos pasaba. Eso limitaba sus movilidad. Pero la vibración del cuerpo de Micah en sus brazos le despejó cualquier sentimiento que no fuera cariño.

-¿Me puedo quedar en tu casa por unos días? –preguntó Micah.

-Claro, pero tu mamá... Bueno, ayer te marqué y Silvia me dijo que no me acercara nunca más a ti. Que te había hecho mucho daño y... bueno, no sé. No quiero meterte en problemas.

-Tú nunca me haz hecho daño, Az. De hecho creo que eres la única personas que jamás me ha lastimado. Mauricio y tú. Son las personas que más quiero en el mundo.

Afuera sonaba una risa, en el pasillo un maestro caminaba y en ese salón se dijo la verdad más grande que un adolescente haya dicho, y los tabiques fueron los únicos testigos de una vida que amenaza con apagarse.

Az se sintió extraño. Por un lado aliviado de no que Micah no supiera de lo sucedido con Mauricio, pero por otro se sentía culpable y sucio. Levantó la cara de Micah con el índice en su barbilla y vio esos ojos llenos de lágrimas, tan parecidos a un cristal cuarteado.

Tomó una decisión. Callar.

-Yo nunca te voy a lastimar. Y si necesitas quedarte en mi casa por el resto del año, puedes hacerlo. Yo me encargaré de ti. Jamás te dejaré solo.

El Diablo Entre Nosotros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora