Asleep.

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El día terminó lentamente, muriendo y volviendo a nacer. El amanecer se convirtió en tarde y antes de que Az lo notará estaba frente a un escritorio después de la hora de clases. Agitaba su pluma contra el cuaderno mientras gotitas negras salpicaban la hoja en blanco frente a él asemejándose a un universo invertido.

¿De qué escribir? era la pregunta. Como poner su mente que no paraba de agitarse en un papel, darle orden a ideas amorfas que brincaban de aquí a allá como resortes en el país de la maravillas. ¿Cómo lidiar con la insatisfacción de tus palabras? El bote de basura comenzaba a saturarse con los mundos muertos de Az que no terminaba por sentirse satisfecho con ellos. El tiempo no transcurría mientras pensaba qué era digno para ser escrito, pero al momento de bajar la pluma, corría como un adulterado cronómetro.

-Me alegra que hayas decidido tomar una clase extra curricular. Y, bueno, a pesar de que la escuela le da mayor importancia a los deportes, las artes son también importantes-le había dicho el profesor.

-Ajá. Me enteré que con esto podía subir mis calificaciones y exentar algunas materias y decidí entrar.

-Pues sí, tiene valor educacional, pero no lo veas por ese lado, sino hazlo por el mero hecho de hacer algo que te guste-el profesor se sentó sobre el escritorio y comenzó a lanzar y atrapar el plumón en su mano-¿Y ya habías escrito algo antes?

-Algunas cosas solamente. Nada verdaderamente importante.

-Bueno, para eso es este taller, para que veas que todo o escribes es importante y, más que nada, que puedas sentirte satisfecho con tu trabajo.

-Eso... me gustaría. Sí.

-Perfecto. Me imagino que ya llevaste tus papeles a la dirección, ¿cierto?

Az miró a su profesor de Escritura Creativa quien no era ni mas ni menos que el profesor Mario. Sus ojitos cafés y su piel tostada le miraban sabiendo la respuesta, pero queriéndola escuchar de todas formas.

-No, la verdad es que no.

-¿Cuándo, Az?

-En estos días.

-Sabes que te pueden correr por no tener los papeles en regla, ¿cierto?

-Lo sé, pero necesito tiempo.

Mario adoptó un semblante que invitaba a la confidencia que a Az no le gustaba.

-¿Sigue habiendo problemas en casa?

-Unos pocos, sí-contestó rascándose la nuca y desviando la mirada a la ventana, donde vio a Mauricio y a Micah cruzar el patio. Mauricio caminaba seguro de sí mismo y con una cara radiante, de su cuello colgaban unos rojos guantes de Box mientras que Micah iba más bien retraído en sí mismo, moviendo ligeramente sus labios cuando hablaba, balanceando una mochila al hombro como un péndulo a cada paso que daba.

-¿Quieres ir con Mauricio?-preguntó Mario al seguir la mirada de Az.

-No, no. Está bien-al sentirse espiado Az giró la cabeza de nuevo hacia el frente-. Me gustaría más que me cambiara de pareja en el proyecto de inglés. No me gusta trabajar con Micah.

-¡Pero si nunca has trabajado con él!

-Por eso.

-No, Az. Te lo dije en salón y te lo repito aquí: no pueden cambiarse de equipos. En la vida tendrás que trabajar con muchas personas que no te gustan y no podrás hacer nada al respecto más que adaptarte.

-Pues deberían apoyarnos en lo que llegamos a eso.

Mario miraba la cara distraída de Az. Era un chico brillante, listo de verdad pero algo en él era opaco, como si un aura morada y negra lo siguiera a donde fuera. Recordó su etapa de estudiante y el sentimiento de embotellamiento que lo asediaba.

El Diablo Entre Nosotros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora