El día era demasiado caluroso, tanto, que el horizonte vibraba a la vista con ondas que se sacudían como anguilas. Los cristales brillaban y los alumnos tenían que entrecerrar los ojos para poder copiar las palabras del pizarrón.
Az copiaba, pero no ponía atención. Miraba constantemente hacia atrás, al lugar vacío de Micah. Después miraba a Mauricio que por alguna razón le parecía una persona completamente diferente. Y quizás lo era: ya no sonreía como el primer día de clases o como el día que lo vio caminar por los pasillos del centro comercial hablando con Samantha.
El recuerdo hace que la culpa recorra el cuerpo de Az como agua de una presa que se abre. Sacude la cabeza y vuelve su cabeza para mirar el pizarrón.
"¿Se acordará de lo que pasó en su casa? No lo creo. Estaba dormido –o inconsciente- cuando me fui. No puede acordarse.
»Entonces, ¿por qué no vino Micah? Él nunca falta, y si lo hiciera buscaría la manera de avisarme. Es raro... y algo me dice que no es normal. Se siente en el aire, como si este vibrara por algo que se avecina. Algo malo.
»Aunque... supongo que no puedo pedirle nada después de lo que hice. No tengo derecho a esperar nada... de nadie. Y quizás es mejor que no haya venido. Así no tendré que mentirle a la cara."
Az pone un punto al final de una oración y deja ahí la pluma, haciendo un gran punto negro con la tinta que no deja de manar como una herida abierta.
Al salir busca a Micah con los ojos, pero lo único que ve son grupos de chicos que se arremolinan para hablar de lo irrelevante de su día. Suspira y baja la cabeza. Aprieta su cuaderno contra sí y echa a andar hacia la clase de Escritura Creativa. Es lo único que le ha dado fuerza de continuar hasta el final del día. Un día asqueroso.
-Espera, ven a mi casa –lo sujeta Mauricio de la mano.
-¿Eh?
-Ven a mi casa. A repetir lo de ayer –su mirada es amenazante. Ahora sus pupilas tienen kilómetros de profunda oscuridad y en su iris claro se ha vuelto opaco.
Le aprieta la mano de una manera que los amigos no hacen. Az no sabe si recuerda lo que hicieron, espera que no. Pero la manera en que sus dedos rozan la palma de Az dicen lo contrario.
-No, puedo. Tengo que entrar a Escritura, además debo ir a ver a Micah.
-No le pasará nada a Micah, dale un respiro. No seas uno de esos novios abrasivos. Es lo último que necesita.
-¿Qué? Yo no soy novio de él –dice y se arrepiente de hacerlo en cuanto ya es demasiado tarde. "¿Por qué parece que comento cada error a mi disposición?"
-No mientas, Az. Conozco a Micah. No tengo nada en contra de... -se queda en silencio-. Se ven lindos juntos. Le haces bien.
Sus palabras se contradicen con la mano de Az entre sus dedos.
-Pero no somos...
-Está bien. No pasa nada entonces. Si no lo son, no lo son. Punto.
Los montones de personas comienzan a disiparse, unos a la salida y otros a las clases extracurriculares.
-Entonces, ¿vienes?
-¿Para qué?
-Podemos repetir lo de la vez pasada –dice y saca una pelotita idéntica a la del día anterior.
-¡Guarda eso!
-Ven entonces –Az duda y mira a ambos lados como si Micah fuera a aparecer-. No se enterará, ¡Por Dios! No pensé que fueras tan miedoso. No lo aparentas. Si no quieres, está bien. Prefiero que me digas que no a que estés dudando.
ESTÁS LEYENDO
El Diablo Entre Nosotros
FantasíaSus ojos negros, su cola puntiaguda y sus cuernos no ocultaban la belleza de esa cara bajo la cual se escondía una profunda tristeza.