Seungmin no volvió al hotel.
No respondió los mensajes.
Tampoco las llamadas.
Ni siquiera abrió la puerta la noche en que Hyunjin se quedó esperándolo bajo la lluvia, sosteniendo su abrigo empapado y una disculpa que jamás salió de su garganta.
Hyunjin era necio.
Pero Seungmin, más.
Yeji gritó.
—¡¿Tienes idea de lo que estás haciendo con mi vida?! ¡Con la tuya!
Hyunjin ni la miró.
Apretaba los dientes, respirando hondo, conteniéndose.
—No me levantes la voz —dijo en voz baja, peligrosa—. Estoy harto.
—¿Harto de qué? ¿De mí? ¿O de fingir que no estás enamorado de ese omega?
Él alzó la mirada, furioso.
—No te metas con Seungmin.
—¡¿Y por qué no, Hyunjin?! ¿Por qué no puedo nombrarlo si hasta dormiste con él la noche después de nuestra discusión? ¿Por qué no puedo hablar de él si lo marcas en tus sueños?
Silencio.
Dolor.
La madre de Hyunjin entró a la sala sin tocar.
Las interrumpió con la misma frialdad de siempre.
—Yeji, ¿ya revisaste tu temperatura basal? A esta edad, deberías haberte embarazado. ¿Estás segura de no estar haciendo algo para impedirlo?
Yeji cerró los ojos.
—No tengo nada más que decirles.
—¡Claro que no! Las omegas de verdad dan hijos, no excusas.
Hyunjin se puso de pie.
—¡Basta!
Su madre alzó una ceja.
—¿Desde cuándo defiendes tanto a alguien que ni siquiera puede darte una descendencia?
—¡Desde que descubrí que no me importa tener hijos con nadie que no ame!
Yeji se quedó en silencio.
Y su suegra también.
Hyunjin giró sobre sus talones y se fue.
Una vez más.
El invierno estaba muriendo.
Seungmin lo notaba en las calles mojadas que ya no congelaban.
En las hojas secas que caían más lento.
En el aroma a flores que apenas comenzaba a asomar entre el cemento.
Había vuelto a sus rutinas.
La cafetería.
Sus clases.
Las caminatas largas.
El trabajo de media jornada.
El abrigo que aún usaba, por si acaso.
Pero no era feliz.
Solo... seguía existiendo.
Esa noche, algo lo despertó.
Primero fue el sonido de la puerta trasera.
Luego, el crujido de la madera.
Y finalmente, la figura que se metió en su habitación, con el sigilo de un ladrón...
y la mirada vacía de alguien que ya no sabía dónde más ir.
Hyunjin.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Seungmin, apenas en un susurro, sin levantarse de la cama.
Hyunjin se quedó de pie, empapado otra vez, con el cabello cubriéndole el rostro, los labios helados.
—No sabía a dónde más ir.
—¿Y tu esposa?
—No quiero hablar de ella. Solo... solo quiero estar contigo.
Seungmin quiso gritarle.
Pegarle.
Empujarlo por la ventana.
Pero no se movió.
Porque la voz de Hyunjin sonaba distinta.
Como si ya no estuviera peleando por deseo.
Sino por algo más.
Algo que ni él mismo entendía.
—¿Solo vienes cuando no tienes nada más?
Hyunjin bajó la mirada.
—No, Min. Vengo porque cuando tengo todo... sigo sintiéndome vacío.
El silencio se hizo nido.
Hyunjin caminó hacia él.
Se arrodilló junto a la cama.
Le tomó la mano con torpeza.
Y lo miró como si hubiera envejecido diez años.
—Solo necesito dormir aquí esta noche. No haré nada. No quiero tocarte. No quiero forzar nada.
Solo... necesito saber que existes.
Seungmin no respondió.
Pero tampoco lo echó.
Se corrió un poco.
Y dejó que Hyunjin se acostara a su lado.
En silencio.
Como un niño cansado.
Como un alfa herido.
Esa noche no se amaron.
No se besaron.
No se marcaron.
Pero Hyunjin lo abrazó por la espalda, temblando.
Y Seungmin, en contra de todo lo que había prometido, dejó que se quedara.
Porque aunque el invierno estaba por irse, el frío seguía dentro de ambos.
Y no sabían cómo hacer que se fuera.
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SUMMERTIME SADNESS
FanfictionSeungmin tenía el corazón joven, los sueños intactos y la inocencia aún latiendo fuerte. Hyunjin era fuego envuelto en seda, un alfa mayor, misterioso, prohibido... y casado. ⠀ Se conocieron por accidente. Se desearon sin permiso. Se amaron en la so...
