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—Estás ganando peso, Seungmin —dijo la señora Kim, mientras aplicaba una pomada fría sobre uno de los moretones del torso de su hijo.

Seungmin ni siquiera se inmutó.
Sintió un nudo en el estómago, una presión incómoda en la garganta.
Su madre no lo sabía... pero ese comentario inocente lo aplastó por dentro.

"Si tan solo supieras, mamá... que no es solo peso."

No dijo nada.
Simplemente se cubrió el rostro con las manos y, cuando lo dejaron solo, se escondió entre las mantas de su cama.
El dolor en su cuerpo era insignificante comparado con el de su alma.
Las palabras de Yeji le volvían una y otra vez:

"Eres una basura."
"Nadie te va a amar jamás."
"Ojalá desaparezcas con eso que llevas dentro."

No quería nada.
No comida.
No compañía.
Y, sobre todo, no quería a Hyunjin.
No después de todo.

La noche siguiente, la puerta se abrió con sigilo.

Hyunjin entró con una pequeña sonrisa, con la esperanza resucitada en los ojos.
Llevaba documentos en el bolsillo interior del abrigo: el divorcio estaba firmado.
Todo había sido rápido, sin mucho escándalo.
Un nuevo departamento ya lo esperaba. Uno donde pensó cada rincón con Seungmin en mente.
Su bebida favorita en la alacena.
Sábanas suaves del color que le gustaban.
Una bañera donde pudiera relajarse.
Una cuna...
Por si acaso.

Entró a la casa de los señores Kim con una sonrisa que se desdibujó al instante.

La señora Kim lo miró apenas, con una expresión neutra.

El señor Kim no se levantó del sofá. Ni siquiera lo saludó.

Jeongin... Jeongin lo miró con odio.
Con una furia contenida que lo hizo retroceder un paso sin querer.

—¿Dónde está? —preguntó Hyunjin, en voz baja.

—En su habitación. ¿Dónde más estaría? —respondió Jeongin sin emoción, cruzado de brazos.

Hyunjin tragó saliva. Subió las escaleras con el corazón en un puño.

Abrió la puerta con suavidad.

Y ahí estaba Seungmin.

Hecho un ovillo.
Hundido entre las mantas.
Una mano sobre su vientre, como si su cuerpo intentara proteger lo único que aún le quedaba.

El cabello le caía sobre la cara. Tenía la piel pálida. Los labios partidos.
Dormía profundamente, pero con el ceño fruncido, como si incluso en sueños siguiera sufriendo.

Hyunjin dio un paso.
Y luego otro.
Y se arrodilló junto a la cama.

—Min... vine por ti —susurró, con la voz quebrada—. Lo dejé todo... quiero empezar contigo.

Pero Seungmin no despertó.
No se movió.
Y aunque dormía, las lágrimas seguían deslizándose lentamente por su mejilla.

Hyunjin extendió una mano, temblorosa, y apenas si rozó su cabello.

—¿Qué te pasó...? —murmuró—. ¿Qué te hice?

En ese instante, algo dentro de Hyunjin se rompió.
Todo lo que había esperado, soñado, imaginado...
Nada encajaba con la imagen de ese cuerpo frágil, vencido por el cansancio y el abandono.

Y por primera vez en mucho tiempo, Hyunjin sintió miedo.
Miedo real.

¿Había llegado demasiado tarde?

SUMMERTIME SADNESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora