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Pasaron un par de semanas.

A Seungmin se le caía la cabeza durante clase.
Literalmente.
Uno de sus profesores lo despertó una vez con un golpecito suave en el hombro.
Tenía los ojos rojos, la piel pálida y un hilo constante de cansancio en el cuerpo.

—¿No has dormido bien? —le preguntó Jeongin al salir.

Seungmin no respondió. Solo negó con la cabeza y se apoyó un segundo en su hombro, como si necesitara sostenerse de algo.

Pero el cansancio no era lo único.
Los olores lo mareaban.
No tenía apetito. Ni deseos, ni alertas hormonales, ni nada parecido a su celo.

Solo existía un nudo en el estómago y una sensación extraña de vacío en el pecho.
Y una necesidad que dolía: la ausencia de Hyunjin.

El cuerpo de Seungmin reaccionaba como si algo estuviera fuera de lugar.

En casa, la madre de Seungmin comenzó a notarlo.

—No te has terminado ni el desayuno —le dijo una mañana.

—No tengo hambre —respondió él, con los ojos bajos.

—Estás más pálido, Min-ah. Deberías hacerte un chequeo.

Seungmin no respondió.
Sabía que algo no estaba bien.
Pero tenía miedo de confirmar lo que su instinto ya le susurraba.

Mientras tanto, Hyunjin estaba sentado en una larga mesa de madera, frente a su padre.
Los papeles del divorcio estaban frente a él, en blanco aún.

—¿Estás seguro de esto, Hyunjin? —preguntó su padre, con voz neutra.

—Sí —dijo él, sin mirar a nadie.
Sus manos estaban entrelazadas, tensas.

—Yeji aún está débil. Después de la pérdida, necesita estabilidad.

—Y yo ya no puedo dársela —Hyunjin apretó los dientes—. No así. No con este amor atado al cuello.

Su madre lo observaba en silencio.
Sabía que su hijo estaba roto por dentro.
Pero también sabía que no había vuelta atrás.

Por la noche, Hyunjin se encerraba en su habitación.
Leía los mensajes antiguos de Seungmin, uno por uno.
Revisaba las fotos que se habían tomado, dormidos bajo la manta de la madre Kim.
Leía una y otra vez el mensaje que no se atrevía a mandar:

"¿Estás bien, amor?"

Pero nunca lo enviaba.
Porque sabía que si lo hacía... no se resistiría a volver.

Y mientras tanto, al otro lado de la ciudad, Seungmin, en su habitación, con la frente sudada y la mirada perdida, abrazaba una prenda vieja de Hyunjin, como si su aroma pudiera curar el caos dentro de él.

Y sin entenderlo aún...
Su cuerpo empezaba a intuir una nueva vida en formación.

SUMMERTIME SADNESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora