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El auto avanzaba por la carretera con un murmullo constante, como un suspiro largo de despedida.

Seungmin apoyaba la frente contra el vidrio. La ciudad que dejaba atrás se encogía en el retrovisor, pero pesaba como si la llevara atada al pecho. Sus ojos, enrojecidos y húmedos, miraban sin ver. El corazón encogido. La garganta cerrada.

Llevaba la polera de Hyunjin.
Su olor estaba ahí.
Ese aroma cálido, con notas de café, jabón suave y algo que no sabía describir pero que solo era él.
Y el bebé... su bebé... se removía suave en su vientre como si también lo extrañara.
Como si también lo buscara.

Seungmin se llevó una mano al abdomen. Lo acarició.
Y lloró.
Lloró porque no podía dormir. Porque había amado a Hyunjin con todo su ser.
Porque había creído.
Porque, en lo más profundo, todavía lo hacía.

—Estoy aquí —susurró Jeongin, abrazándolo por los hombros, atrayéndolo contra su costado—. Ya va a pasar, hyung.

Seungmin no contestó.
No podía.
Su voz se había quedado pegada a cada recuerdo. A cada "te amo" susurrado en hoteles, en cocinas, en camas compartidas.

El verano había terminado.

Ese verano que, un año atrás, le había traído a Hyunjin.
El mismo que lo había desbordado de primeras veces.
De besos dulces.
De carcajadas robadas.

Ese verano donde se entregaron como si el mundo no doliera.

Y justo antes de marcharse, lo había besado.
Lo había besado lento, largo, desesperado.
Y Hyunjin le había devuelto el beso como si supiera que era el último.
Como si el alma se le fuera en ese adiós.

Pero ahora...
Ahora era un verano triste.

La estación de las despedidas.
Del silencio.
Del amor que no alcanzó a florecer.

Y con eso, Seungmin cerró los ojos.
Mientras la ciudad desaparecía tras ellos.

Y la historia también.

Fin.

SUMMERTIME SADNESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora