19

40 9 0
                                        

Hyunjin no dormía solo.

Ni una sola noche desde que volvió.

Seungmin lo sabía.
Sabía que no era amor lo que traía a ese alfa roto a su cama, sino miedo.
Soledad.
Necesidad.

Pero igual abría los brazos.

Lo dejaba acurrucarse contra su pecho, buscar su olor, su calor, su calma.
Y fingía no saber nada.
Fingía que no lo había abandonado.
Que no lo había cambiado.
Que no se había acostado con su esposa mientras él lo esperaba.

—Gracias por dejarme quedarme —murmuró Hyunjin una noche, con la voz temblando—. No sé qué haría sin ti.

Seungmin le acarició el cabello con ternura.
—Estás aquí ahora, eso es lo que importa.

Y en su voz no hubo rencor.
Aunque le ardía el alma.

Los días pasaron como un ritual.

Hyunjin no quería salir.
No comía si Seungmin no lo alimentaba.
No se bañaba si Seungmin no lo obligaba.

—Estás mal —susurró una tarde mientras lo ayudaba a quitarse la camiseta—. No puedes seguir así...

—Solo quédate conmigo, Min. —Hyunjin se le aferró con desesperación, como si le arrancaran el oxígeno si Seungmin se movía.

Una noche, entre caricias tibias y besos distraídos, Hyunjin lo miró a los ojos.

—No la siento —confesó con la voz quebrada—. A Yeji. No la huelo. Ya no hay nada.

—¿Qué hiciste? —susurró Seungmin, aunque ya lo sabía.

—Rompí el lazo. La marca... la borré. —Hyunjin bajó la cabeza, como un niño que se culpa—. Solo quiero tu olor.

Seungmin se tragó las lágrimas.

Le acarició el rostro y lo abrazó con fuerza.
Aunque por dentro sentía un vacío que no sabía cómo llenar.

Los padres de Seungmin lo notaron.

Una mañana, Hyunjin bajó a desayunar. Tenía el cabello revuelto, la ropa de Seungmin, los ojos hinchados y los labios marcados.

La madre lo miró con sorpresa.
—Oh... Hyunseo, no sabíamos que habías vuelto.

Seungmin, desde la cocina, respondió con una sonrisa falsa:

—Pasaron algunas cosas. Pero ya está bien.

—¿Se quedará unos días? —preguntó su padre.

—Sí. Está mejor aquí.

Nadie preguntó más.

Por las noches, Seungmin lo arropaba, lo mimaba, le hablaba bajito al oído como si sus palabras pudieran curar lo que otros destruyeron.

Hyunjin no dejaba de repetirle que solo con él podía dormir.
Que solo con él se sentía seguro.

Y Seungmin, en su papel de consuelo, fingía que no dolía.
Que no quería gritarle.
Que no quería llorar.
Que no quería correr.

Solo lo abrazaba.
Y lo sostenía.

Aunque en el fondo... ya no sabía cuánto más iba a durar.

SUMMERTIME SADNESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora