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Yeji lloraba.

Lloraba con las manos en el vientre vacío.
Gritaba sola en esa casa donde Hyunjin ya no estaba.
Donde el eco era su única compañía.

—¡No me toques! —le gritó a su madre cuando intentó abrazarla—. ¡Se fue con él! ¡Con ese maldito omega!

Hyunjin no contestaba sus mensajes.
No llamaba.
No volvía.

El médico había sido claro: su cuerpo rechazó todo.
El bebé no tenía ninguna posibilidad desde antes de nacer.
Porque ella no era su destino.
Porque su cuerpo... no era lo que ese alfa necesitaba.

Pero ella lo amaba.
Lo había amado desde siempre.

Y ahora no solo lo había perdido.
Ahora lo veía en la cama de otro.
En los brazos de ese niño que, para su desgracia, tenía el corazón de Hyunjin.

—Lo odio —susurró entre lágrimas.
—Ojalá muera.
Ojalá desaparezca.
Ojalá sufra todo lo que yo estoy sufriendo ahora.

Mientras tanto, Seungmin se rompía en silencio.

Apretó el pecho con fuerza, sentía que el aire le fallaba, que las lágrimas que se tragaba cada día ahora le explotaban por dentro.

No podía más.

Lo había cuidado.
Lo había consolado.
Lo había aceptado de vuelta después de cada abandono.
Y aun así, el dolor seguía ahí.
Esa espina clavada.
Ese rencor que le carcomía los huesos.

Lo miró esa noche, sentado en el borde de la cama, con la cabeza gacha y la mirada vacía.

—¿Qué soy para ti, Hyunjin?

Hyunjin lo miró, sorprendido.

—¿Por qué...?

—No me mientas. —Su voz quebró—. Me usas cuando estás solo. Me abrazas cuando te duele el alma. ¿Pero y yo? ¿Yo qué hago con todo esto que siento?

El silencio fue un golpe.

—Yo no te pedí que volvieras. Fuiste tú. Cada vez... tú. —Las lágrimas cayeron sin permiso—. Y yo te abrí la puerta como un imbécil, como si no me hubieras dejado por otra. Como si no me hubieras mentido mil veces. Como si no hubieras hecho un hijo con alguien más.

—Min...

—¡No! —gritó por primera vez—. ¡Déjame hablar! ¡Déjame llorar de una maldita vez!

Hyunjin no pudo sostenerle la mirada.
Estaba roto.
Culpable.
Avergonzado.

—No sé cómo repararte... —susurró.

—Ya no quiero que me repares. Quiero que me dejes sentir. Que no me obligues a fingir que estoy bien cuando por dentro me muero.

Y entonces, el silencio se volvió llanto.
Y el llanto, caricias.
Y las caricias, una última noche.

Se amaron sin apuro, sin culpa, sin esperanza.
Solo amor en estado puro.
Dos cuerpos abrazándose porque ya no sabían cómo seguir vivos si no era juntos.
Hyunjin lloró contra su pecho.
Seungmin lo besó entre lágrimas.

Esa noche no fue una reconciliación.
Fue un último refugio.
Una tregua antes de que todo volviera a romperse.

SUMMERTIME SADNESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora