Seungmin lo escondió.
Como quien guarda un secreto sucio.
Como quien protege una herida que aún no se ha cerrado.
Hyunjin vivió en su habitación durante dos semanas.
Dos semanas en las que Seungmin aprendió a mentir sin tartamudear.
Dos semanas en las que Jeongin, su hermano menor, nunca sospechó que ese ruido a medianoche no era el viento.
Dos semanas en las que los señores Kim, cansados tras sus turnos dobles, apenas notaban los platos extras en el fregadero.
Hyunjin solo salía de la habitación cuando no había nadie en casa.
Se bañaba con prisa, dejando el baño como si nunca lo hubiera usado.
Comía lo que Seungmin le dejaba en bandejas viejas, con cubiertos que apenas servían.
Vestía ropa robada.
Camisas y pantalones que Seungmin había guardado como si fueran trofeos.
Vestigios de un pasado que quiso olvidar, pero nunca tiró.
A veces hablaban.
Otras veces, solo se miraban.
Hyunjin intentaba disculparse, pero Seungmin desviaba la conversación, haciéndose el fuerte.
Fingiendo que no dolía.
—¿Por qué no me echas? —preguntó Hyunjin una noche, tumbado en el suelo con una manta fina.
—Porque no soy como tú.
El silencio fue como un cuchillo.
El día que llegó el celo de Seungmin, lo sintieron ambos desde temprano.
Él intentó ocultarlo.
Como siempre.
Como si la biología fuera algo de lo que avergonzarse.
Pero Hyunjin lo notó.
Su aroma se volvió más dulce.
Sus movimientos, más lentos.
Su cuerpo, más sensible.
No dijo nada.
Solo se acercó.
—No voy a tocarte si no quieres —le prometió—. No me voy a aprovechar.
Seungmin quiso creerle.
Y al mismo tiempo, quiso que no fuera cierto.
Quiso que lo tocara.
Que lo desarmara.
Que lo hiciera olvidar.
Y sin palabras, lo dejó hacer.
Hyunjin no lo marcó.
No se impuso.
No gruñó.
No exigió.
Solo lo besó con ternura.
Lo acarició con cuidado.
Lo sostuvo con manos temblorosas, como si tuviera miedo de romperlo.
Seungmin se derritió entre sus brazos.
Hundido en el colchón fino de su cama.
Gimiendo bajo la tela vieja de sus sábanas.
—No hagas ruido —susurró Hyunjin, besándole la clavícula—. Tu hermano está en casa.
—Lo sé... —jadeó Seungmin—. Pero no puedo...
—Shh... estoy aquí.
Y siguieron.
Una y otra vez.
Hasta que el deseo dejó paso a la calma.
Hasta que el olor a calor alfa y dulce omega se mezcló en el aire cerrado de esa habitación pequeña.
Dormitaron juntos, cubiertos apenas con una manta.
Afuera, la primavera avanzaba.
Dentro, todo estaba suspendido.
Por la mañana, Jeongin tocó la puerta.
—Hyung, ¿desayunas?
Seungmin se sobresaltó.
Hyunjin se tensó a su lado, desnudo aún.
—¡Sí! —gritó Seungmin—. ¡Ahora bajo!
—Mamá dejó pan con mermelada y té de jengibre, dice que has estado con la garganta seca.
—Gracias... —tragó saliva—. Bajo en cinco.
Pasaron cinco minutos.
Diez.
Quince.
—¿Y ahora qué vas a hacer? —murmuró Seungmin, sin mirarlo.
Hyunjin se giró para mirarlo.
—No lo sé.
—No puedes vivir escondido toda la vida. No puedes vivir aquí.
—Pero no quiero irme.
—Tampoco puedes quedarte.
Silencio.
Dolor.
Y una certeza:
Ese momento de ternura no había borrado nada.
Solo lo había maquillado.
ESTÁS LEYENDO
SUMMERTIME SADNESS
FanfictionSeungmin tenía el corazón joven, los sueños intactos y la inocencia aún latiendo fuerte. Hyunjin era fuego envuelto en seda, un alfa mayor, misterioso, prohibido... y casado. ⠀ Se conocieron por accidente. Se desearon sin permiso. Se amaron en la so...
