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El aroma era denso.

Almibarado.
Inevitable.

Seungmin apenas abría los ojos cuando sintió que algo no estaba bien.
No con él.
Sino fuera de la habitación.

Alzó la mirada con lentitud.
Y allí estaban.

Su madre en la puerta, con una bandeja de desayuno caliente entre las manos.
Su padre, con una caja de medicamentos en una mano y una botella de agua en la otra.
Jeongin, con su mochila de la prepa colgada de un hombro y la boca entreabierta, congelado.

Y él, desnudo hasta la cintura, cubierto apenas por la manta.
Con Hyunjin pegado a su espalda.
Dormido, jadeando suavemente.
Las piernas entrelazadas.
La mano de Hyunjin aferrada a su cintura, como si lo protegiera de todo.

—Mamá... —murmuró Seungmin, pálido—. Yo...

Su madre no dijo nada. Solo entró.

Con movimientos suaves, dejó la bandeja en el escritorio.
Luego se acercó y, con una ternura que desarmó a Seungmin, le acarició el cabello.

—No querías que te viera así, ¿verdad?

Seungmin no supo qué decir. Solo bajó la mirada.

—Te traje arroz blanco, sopa, un poco de fruta y algo de pan con miel —dijo ella, como si hablarle del menú le diera tiempo para pensar qué hacer con lo que acababa de ver—. Vi que no bajaste a desayunar, y como estás en celo... pensé que podrías sentirte peor.

—Yo...

—Tranquilo —dijo su padre con voz pausada—. Estamos sorprendidos, pero no estamos enojados.

—¿Quién es? —preguntó Jeongin, dando un paso hacia la cama con descaro—. ¿Ese es tu alfa?

Hyunjin se removió al escuchar eso. No despertó del todo. Solo se acurrucó más contra Seungmin, murmurando algo que sonó como "no te vayas".

Su madre soltó una risita suave.

—Es como un niño... —susurró—. Parece que no quiere separarse de ti.

Seungmin quería desaparecer.
Hundirse bajo las mantas.
Convertirse en aire.

Pero no podía.

—Es... —respiró hondo—. Es un compañero de la universidad.

—¿Y su nombre? —preguntó el señor Kim, mientras dejaba los medicamentos sobre la mesa de noche.

—Hyun... Hyun... —trató de no dudar—. Hyunseo.

Hyunjin murmuró algo más en su semiinconsciencia, pero no dijo nada que lo delatara.

—¿Y lo quieres mucho? —preguntó su madre.

Seungmin bajó la mirada. Sus mejillas estaban encendidas.

—Sí —dijo con honestidad—. Pero no es fácil.

—Nada que vale la pena lo es, hijo —respondió su padre, acariciándole la cabeza como cuando era niño.

Jeongin sonrió apenas.

—Está bonito. Tiene cara de idiota, pero se ve que te quiere.

Seungmin soltó una risa apagada, tapándose el rostro con la mano.

—¿Podemos dejar de mirarlo mientras duerme como un gatito apegado?

—Está bien —dijo su madre—. Iremos a la sala. Llámanos si necesitas algo, ¿sí?

Asintió.

La puerta se cerró.
El silencio regresó.
Y Hyunjin, aún sin abrir los ojos del todo, murmuró contra su cuello:

—¿Hyunseo...?

—Shhh. Duérmete.

—Tu mamá... es dulce.

—Tú cállate. Estás soñando.

Hyunjin sonrió contra su piel, y Seungmin... también.

Aunque sabía que esa paz era frágil.
Aunque sabía que todo podía romperse.

En ese momento, con el calor envolviéndolos y el eco de una familia que lo había aceptado sin condiciones, Seungmin pensó —solo por un segundo— que quizá, solo quizá, merecía un poco de eso.

Un poco de hogar.

SUMMERTIME SADNESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora