Nunca le gustó despertarse temprano.
Menos aún en esa casa donde todo olía a dinero antiguo, a mármol frío, a perfumes que no significaban nada.
Las persianas se abrían solas, programadas por la domótica que su madre adoraba.
Pero ni toda esa tecnología podía ordenar el desastre que Hyunjin llevaba por dentro.
—¿Dormiste aquí otra vez? —preguntó Yeji desde la puerta, mirándolo aún con el vestido de la gala de anoche. Él ni siquiera lo recordaba.
—No me fijé.
Yeji suspiró. No discutieron. Ya no lo hacían.
𝙐𝙣𝙤, 𝙙𝙤𝙨, 𝙩𝙧𝙚𝙨. 𝙉𝙤𝙢𝙗𝙧𝙚𝙨 𝙦𝙪𝙚 𝙣𝙞 𝙧𝙚𝙘𝙪𝙚𝙧𝙙𝙖.
La vida de Hyunjin antes del matrimonio era un desfile de rostros, fiestas privadas, cuerpos calientes, alcohol caro y corazones rotos.
Siempre fue el hijo brillante.
Pero no el hijo orgulloso.
Sus padres querían otra cosa.
Él también, aunque nunca supo qué.
Había probado todo:
— carreras,
— deportes extremos,
— clubs exclusivos,
— becas,
— mujeres que se le ofrecían como si fueran parte del mobiliario.
Y nada.
Nada le llenaba.
Una noche, después de otra discusión con su padre por no querer hacerse cargo de la empresa familiar, Hyunjin salió a romper cosas.
—No tienes idea de lo que significa ser un Alfa respetable —gritó su padre—. Y menos de lo que significa formar una familia.
Esa frase se le clavó como una maldición.
Y a la semana siguiente, Hyunjin le propuso matrimonio a Yeji.
Ni siquiera estaban enamorados.
Fue un pacto silencioso.
Ella le ofrecía tranquilidad, buena presencia, un apellido sólido.
Él le ofrecía un título, protección, estabilidad.
—No quiero amor, solo quiero que dejen de exigirme algo que no soy —le dijo.
Yeji solo asintió.
Y se casaron.
Con mil flores blancas, periodistas afuera y sonrisas falsas en cada foto.
Pero nada cambió.
Seguía saliendo de noche.
Seguía bebiendo.
Seguía odiando su reflejo.
Hasta que...
Hasta que lo vio.
Aquel chico torpe en la gala.
Con un dedo sangrando, la corbata mal puesta y una mirada triste.
Seungmin.
No era hermoso como las omegas de pasarela.
No era sofisticado.
Pero había algo en él que lo hizo dejar de pensar.
Y por primera vez, su corazón latió con rabia, con hambre, con miedo.
—¿Quién eres tú? —le preguntó, semanas después, cuando ya no pudo soportar solo mirarlo desde lejos.
Y Seungmin, sin saber que respondía a algo mucho más grande, solo dijo:
—Nadie importante.
𝙋𝙚𝙧𝙤 𝙡𝙤 𝙚𝙧𝙖.
Hyunjin lo supo al instante.
Porque con él aprendió a reír sin tener que fingir.
Porque cuando lo abrazaba, el mundo no pesaba tanto.
Porque cuando Seungmin le hacía café con leche en su uniforme barato, sentía que todo tenía un propósito.
Pero también supo algo más.
Que estaba rompiéndolo.
Porque no podía darle nada real.
Porque tenía esposa.
Porque sus encuentros eran robos, migajas de una vida que Seungmin merecía completa.
Y aun así lo buscaba.
Lo necesitaba.
Era egoísta.
Lo sabía.
Ahora, lo tenía bloqueado.
No se escribían.
Pero todas las noches miraba su perfil desde otra cuenta.
Lo veía servir mesas.
Reír con sus padres.
Tomarse fotos con un gorro de invierno viejo.
Y cada imagen le dolía más que el alcohol más fuerte.
—No te duermas en el estudio otra vez —le dijo Yeji al pasar.
—¿Y si lo hago? ¿Te molesta?
—No. Ya no.
Hyunjin la miró.
Ella tampoco era feliz.
Y por un instante, pensó en dejarlo todo.
Pero sabía que, aunque quemara ese mundo, ya era demasiado tarde.
El daño ya estaba hecho.
Y Seungmin...
Ya no lo miraba igual.
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SUMMERTIME SADNESS
FanfictionSeungmin tenía el corazón joven, los sueños intactos y la inocencia aún latiendo fuerte. Hyunjin era fuego envuelto en seda, un alfa mayor, misterioso, prohibido... y casado. ⠀ Se conocieron por accidente. Se desearon sin permiso. Se amaron en la so...
