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La puerta de la casa se abrió con un leve crujido.

Seungmin entró cojeando, con una manga rota, dos mordidas frescas en su brazo y clavícula, cerca de la marca de Hyunjin, como si le hubiera querido quitársela a mordiscos y un moretón creciendo en su mejilla izquierda.
A su lado, Jeongin lo sostenía con firmeza, los labios apretados, la mirada fija en el suelo.

La señora Kim los vio desde la cocina.
Salió corriendo al ver a su hijo.

—¡Seungmin! ¿Qué pasó, hijo? —exclamó, corriendo a sostenerle el rostro con manos temblorosas.

Seungmin no respondió.
Sus ojos estaban vacíos, empañados, mirando un punto lejano.

—¿Quién fue? ¿Por qué estás así? —insistió su madre, alarmada, mirando a Jeongin.

Jeongin bajó la cabeza.

—No... no es algo que podamos contarle ahora —murmuró.

La señora Kim entendió.
Su hijo necesitaba paz, no explicaciones.

—Ven, mi niño... vamos al baño, vamos a curarte —susurró, acariciándole el cabello.

Lo llevó con suavidad, lo desvistió con manos amorosas, limpió cada herida con cuidado, con lágrimas en los ojos.
Le aplicó pomada en los rasguños, cubrió los moretones con compresas frías y, al final, le dejó puesta una camiseta amplia, cómoda, como las que usaba de niño.

Seungmin no hablaba.
No lloraba.
No reaccionaba.

Apenas si respiraba.

Horas después, ya acostado en su camita, con la cortina entreabierta y la luz cálida del atardecer tocando sus sábanas, Seungmin se giró sobre sí mismo y se acurrucó.
El estómago le dolía, los mareos volvían. El pecho... el pecho dolía más que cualquier cosa.

Jeongin entró con una bandeja, pero al verlo así, dejó todo a un lado y se sentó junto a él.

—Hyung —murmuró, suave—. No podemos seguir esperando.

Seungmin no contestó.

—Las pruebas... aún las tienes, ¿verdad?

Seungmin asintió apenas, con un movimiento lento de la cabeza.
Jeongin lo ayudó a incorporarse.
Caminaron juntos hasta el baño, en silencio. Jeongin sostenía su mano, sin apretar, solo... firme.

El aire en el baño era denso, el silencio aplastante.

Seungmin tomó la primera prueba.
Luego la segunda.
Luego la tercera.

Los minutos de espera fueron eternos.
Jeongin lo abrazó desde atrás, sentado con él en el borde de la bañera.

Cuando los resultados aparecieron, no necesitaron palabras.

Tres líneas.
Tres positivos.

Seungmin se quedó congelado, respirando agitadamente.

—No... no puede ser... —susurró, apretándose el abdomen con las manos temblorosas.

—Hyung... —Jeongin susurró, girándolo para abrazarlo—. No estás solo. No más.

Seungmin comenzó a llorar, ahogado, como si todo lo que había contenido explotara finalmente.

Jeongin lo abrazó más fuerte.
Y ahí, entre las paredes frías del baño y la verdad irreversible que acababan de descubrir, todo cambió.

SUMMERTIME SADNESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora