OCHO.

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—Buenos Días. —Lou me despertó intentando hacerme cosquillas, pero sus cosquillas no funcionaban.

—Buen día princesa. —Le sonreí.

—¿Jessi? —Me abrazó de pronto. —¿No le pasará nada? —

—¿A quién, cielo?

—A Bruno.

—Claro que no, ¿Por qué lo dices?

—Tuve una pesadilla, él tenía un accidente en el avión. Es decir, el avión fallaba y caía. —Cerró sus ojitos con presión, como si el recuerdo del sueño le doliera. Acaricié su mejilla deslizándole el cabello hacia atrás.

—No le pasará nada. Llegará sanito como siempre. —Ella me miró insegura pero luego de unos instantes asintió.

Cuando estuvimos de ánimos para levantarnos nos alistamos cada una en su habitación y luego bajamos. No quería hacerlo, no quería levantarme y enfrentar el día, pero ella con su emoción por un nuevo día me animó a hacerlo.

—¿Quieres desayunar o mejor comemos un chocolate? —Le pregunté con una sonrisa. Ella negó con desaprobación.

—El Doctor Pierce dice que el desayuno es el alimento más importante del día. —

—El Doctor Pierce no está aquí. —Me defendí, a la defensiva, mientras bajábamos.

—Se lo diré el viernes. Le diré que no desayunas y que no le das la suficiente importancia a sus palabras. —Me discutió, con un movimiento de manos que me hizo reír.

—Estás casi hablando como él.

Ella bajó corriendo ganándose mi grito de exasperación, la seguí rápidamente para detenerla, pero no la alcancé y el estruendo explosivo me hizo cerrar los ojos del susto. Solté el aire con una exhalación.

Los jarrones y adornos caros y grandes de mamá estaban por toda la casa, cuando solíamos viajar en vacaciones ella tardaba días en elegir uno de cada país.

Cuando abrí mis ojos me encontré con lo que temía.

Por este motivo correr en la casa estaba jodidamente prohibido.

—Quédate quieta. —Le advertí llegando a su lado. —Justo el que más le gusta, Lou. —Me quejé.

—Gustaba. —Corrigió en susurro. Resoplé. La tomé en brazos y la dejé lejos de los enormes trozos destruidos. —Ve a ponerte zapatos. —Cuando comprobé que ella me hiciera caso yo busqué lo necesario para recoger cada uno de los trozos rotos y así poder limpiar.

—¿Le dirás a mamá? —La oí musitar al cabo de minutos atrás mío. Até la bolsa y la dejé dentro de otra negra, impidiendo que se rompiera. Entonces la miré de reojo.

—No, pero si se da cuenta debemos decirle ¿De acuerdo? —Ella asintió entristecida. —Si no tocamos el tema quizás si se dé cuenta.

Tomé la bolsa con una mano y con la otra le indiqué a Lou que me siguiera. Preparé un delicioso desayuno para ambas.

—A esa leche le falta chocolate. —Señaló su taza.

—¿No es demasiado? —Claro que lo es.

—Jamás es demasiado chocolate. —Sonrió, acercándome aún más su taza para que le agregara más.

—Entre comer chocolate y tu desayuno no hay mucha diferencia.

—Claro que la hay. —Me dijo como si fuera obvio —Tiene leche. ¿Sabes cuantas proteínas y vitaminas tiene la leche? Harry dice que... —Dejé de oírla, pronto me senté en mi lugar y comencé a comer junto a ella mientras ella parloteaba.

ARDER EN LIBERTADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora