SESENTA Y CUATRO.

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Permanecí en silencio con su mirada sobre mi. Mordí mi labio.

—No hice nada malo hoy. —Me apresuré a decir. Él quiso objetar, e incluso regañarme, pero terminó riendo con incredulidad, impresionado, sin poder creerlo. —No hice nada malo. —Repetí.

—Jamás haces nada malo.

—Hey. —Me quejé. Él levantó ambas manos en señal de paz.

—De acuerdo, déjame averiguar lo que el sistema educativo cree incorrecto de tí, Blosson. —Emitió.

Sonreí, divertida.

Harry golpeó dos veces la puerta y enseguida la directora abrió con una sonrisa correcta y por cortesía.

Ella nos hizo pasar.

—Oh, señor Pierce, estaba por llamarlo.

—Aquí estoy. —Contestó él.

—Entonces ya está al tanto de lo que hizo Jessica esta mañana. ¿No es cierto?

—En realidad, directora, no, no estoy al tanto. ¿Podría ponerme al día?

—Por supuesto. —Ella tomó asiento. —Jessica esta mañana me amenazó. —Harry ni siquiera me miró, pero pude notar que casi, por poco, demuestra su sorpresa. —Juró que tendría problemas si no hacía lo que ella exigía.

Él frunció el ceño.

—Eso está completamente fuera de context... —Comencé.

—Blosson, ¿podrías hacer silencio un momento? —Me interrumpió ella. Tragándome las palabras hice un gran esfuerzo por obedecer. Hacer silencio no específicamente era lo que sabía hacer.

—Con todo respeto, Directora, ¿Qué es lo que ella quería? —Continuó Pierce.

—Que fuera en contra de mis propios alumnos, mi alumnado masculino. Escucha, aquí hay diferencia de.... No lo sé, bandos, los chicos juegan con ellas y ellas se enojan más de lo que deberían, son niños, nada de lo que ellos hacen es grave, pero aquí tenemos a la señorita creando toda una revolución para hacer disturbio e ir en contra las autoridades. ¿Usted cree correcto este comportamiento siendo alumnas ya de último año que deberían ser ejemplares para las próximas generaciones?

Él intentó hablar, pero yo lo detuve.

—¿Usted realmente cree que aumentar la baja autoestima, consigo la depresión, aumentar el acoso, hostigamiento, violencia, abusos, y como si fuera poco también el consentimiento de las autoridades para hacer que esos imbéciles hagan con nosotras lo que quieran está bien? Y no son niños, señora directora. —

Pierce bajó la mirada, pero pronto la levantó, tomando aire y enfrentándola con la mirada.

Mi corazón latió con fuerzas.

—Jessica, estás caminando para un lado incorrecto. —Me advirtió ella.

—Disculpe mi atrevimiento, directora, disculpe mi arrebato y si le falté el respeto, pero es una pregunta. ¿De verdad cree que nada de eso es importante?

—Creo que no es el momento, ni el lugar para una revolución Blosson, tampoco creo que debas ser tú quien la haga.

Solté una risa, irónica.

—¿Y cuándo será el momento? ¿Cuándo lastimen a una de ellas en un baño donde nadie pueda verla ni oírla? ¿Dónde es el lugar si no es en una institución escolar donde hay tanto machismo como acoso y donde educan a los estudiantes? ¿Y quién será entonces quién deba hacer una "revolución" de estudiantes mujeres si no es otra estudiante, mujer? Usted es cómplice de esos tipos, usted acepta permite y resguarda eso, usted cree que no es grave, pero le juro que lo es, porque más de una chica llega a casa llorando, sintiéndose horrible emocionalmente o sintiendo miedo por alguno de los idiotas que aquí hostigan. Como directora debería protegernos, debería estar de nuestro lado, y no por ser una pelea de hombres contra mujeres sino por ser una pelea de esa clase de hombres contra nosotras. Somos mujeres, deberíamos encontrar consuelo, o aunque sea apoyo de su parte. —Exclamé, indignada, incluso con dolor. —¿Usted jamás sintió todo esto por lo cual peleamos? ¿No se sintió desgastada, cansada, frustrada, destrozada o con miedo?

ARDER EN LIBERTADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora