SETENTA Y CUATRO.

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Había ido a la cama a descansar porque sentía como si un camión hubiera pasado por encima de mí.

Harry antes de irse me había pedido que no la ahogara, que ella a pesar de todo necesitaba vivir con normalidad sin que le recuerden que morirá. Ella había pasado la noche con Bruno y tuve intenciones de correr a estar con ella y fingir querer estar con ambos, pero al recordar lo que me había dicho Harry solo me fui a mi habitación. Ella también quiera estar con su novio.

Al despertar la sensación dentro de mi pecho me entristeció. Las lágrimas se acumularon en mis ojos al saber que era un hecho. Que sucedería.

—Pues mira que bello. —Tati entró a mi habitación de golpe. Limpié mis lágrimas al instante, reincorporándome. Se acercó con una sonrisa radiante extendiéndome su mano. El anillo estaba en su dedo. Grité balanceándome sobre ella para poder abrazarla y en cuanto lo hice rompí en llanto.

—Jess... —Se quejó.

—Es de felicidad te lo juro, déjame llorar. ¡Vas a casarte! —Ella sonrió.

—Me casaré en una semana. —

—¡¿Qué?! —Exclamé. —Santo cielos, ¡Tatiana vas a casarte! —La agité con precipitación. Ella sonrió con amplitud.

—Es perfecto, será perfecto... —Me dijo. Ambas caímos en mi cama mirando el techo. —Pero no es justo...— Murmuró luego de unos segundos.

Y a pesar de que me dolía lo que sentía, agradecía que me confiara sus sentimientos en este momento.

—Tati él te ama como no te das una idea. No sientas culpa cuando también es su sueño. Lo que sientes lo siente él también. El sentimiento de amor y el deseo de casarse es mutuo, no está haciéndolo por lástima ni nada parecido. Te ama, demasiado. —Traté de animarla sosteniendo sus manos...

Sabía lo que sentía y a lo que se refería. Aquel dolor del después lo entendía bien, pero no dejaría que ella viviera con ese malestar.

—Cuando me vaya estará atado a mí... y yo quiero que vuelva a reconstruir una familia, que encuentre su amor, el amor que está destinado a ser de él. Que sea feliz. —Balbuceó. —¿Puedes hacerme un favor cuando eso suceda? O sino mi alma estará merodeando por aquí, y no quiero eso. —Soltó una risa sin mucho humor. Asentí dispuesta a lo que me pidiera, con mi garganta presionada. No obstante, no lo hice notar. —¿Puedes hacer que se quite el anillo cuando yo ya no esté aquí? —

Mi corazón, dejó de latir por unos segundos. Asentí con dificultad luego de digerirlo.

Alzó su mano y me mostró su meñique, la imité, los enlazamos y luego sonreí. Ella se quedó el siguiente día e hicimos una gran pijamada con mis hermanos. Hubo confesiones, chocolates, risas, retos, anécdotas, más risas y pura diversión.

Maquillamos a mi hermano y lo vestimos con el fabuloso estilo de la moda de mi amiga. Tati lo subió a las redes sociales etiquetándolo y pronto le cayó una lluvia de comentarios burlones de sus amigos del equipo de España, lo que causó que Bruno la atacara con cosquillas.

El estar con mi hermano juntos contemplándola fue del sentimiento más difícil por afrontar, porque entonces al mirarnos nos hacía pensar de más. Conectarnos en el contexto de lo que sucedía, era abrumador, desolador. El dolor estaba ahí, en ambos, en cada uno de nuestros silencios, pero no permitimos que Tati lo viera y no dejamos de disfrutarla ni hacerla disfrutar.

Desperté junto a ellos dos, entre ellos dos. Solté una carcajada, creyéndome la real molestia del mundo.

El reloj de pared me marcó las 14.09.

ARDER EN LIBERTADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora